martes, 17 de marzo de 2020

TERCERO

Día tercero de cuatro paredes. La realidad es esta y no otra, así que, para qué darle más vueltas: pasaremos los días que hagan falta recluidos intentando no desfallecer. Lo que está claro es que hoy me queda un día menos teniendo que ver sí o sí la parisina que da majestuosidad a mi salón. Esa misma parisina que compré en la rue du Mont Cenis, en el distrito parisino de Montmartre, por, quiero recordar, poco menos de 700 francos franceses, y que dicho sea de paso, me costó tener que emplearme bien a fondo para, primero, poder pasar por la puerta de embarque sin doblarla, y después, poder acceder al avión con ella. Menos mal que en las dos puertas se encontraban dos bellas azafatas, una de Dijon y la segunda de Toulouse, que aunque reticentes al principio, después, dejándose llevar por mi chapurreado francés del Sur del sur aprendido en mis años de pantalones cortos, zapatos gorilas y calcetines hasta las pantorrillas, accedieron a que pudiese viajar con mi parisina enrollada de casi metro y medio entre mis piernas, no sin antes dedicarles a las dos, por separadas, unas sonrisas y unas miradas cargadas de… … … .., y de las que hoy ya no se pueden utilizar salvo que corras con el riesgo de tener problemas con la justicia, pero que en aquel embarque consiguieron el objetivo.
Y ustedes diréis, ¿y a mí qué me importa lo que tuvo que hacer el pavo este para traerse sin doblar en el vuelo Paris Sevilla, con escala en Madrid, un lienzo de uno cuarenta por uno? Pues la verdad es que lleváis razón. Pero también tenéis que reconocer que os he robado una par de minutos de vuestro tedioso día y que puede que haya conseguido que en vuestro semblante se haya esbozado una leve y necesaria sonrisa.

Sigamos en casa. Ya queda menos.

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