domingo, 20 de enero de 2013

ARTÍCULO DE OPINIÓN.

Quizás por mi condición de bético de toda la vida (sin pretensiones racionales de ser campeón), o por mi alejamiento de todo lo que suponga figurar en primera fila de salida, o quizás por aversión o encono hacia los que prefieren sacar la cabeza sin mirar o tener en cuenta cuántos cadáveres tienen que dejar a su paso, es por lo que siempre he valorado el trabajo bien hecho, sin tener en cuenta quién lo ha hecho.

Y digo esto porque cada vez más con más asiduidad, observo cómo las personas nos dejamos llevar (y aunque no me gusta generalizar, voy a hacerlo en esta ocasión) más por el sujeto del hecho que por el hecho en sí, más por lo que piense la mayoría que por tener una idea propia sobre cualquier asunto, más por subirnos plácidamente en el barco del campeón que tener que coger los remos para abrir un camino, más porque nos pongan la comidita en el estómago (sin tener ni siquiera que masticar) que tener que evaluar y pensar por nosotros mismos qué y cuáles son los alimentos más propicios y beneficiosos para nuestro organismo.

Y asín nos va.

Para muestra, un tarro lleno de botones. Veamos algunos de ellos.

En la política. Da igual lo que haga mi partido o mi sindicato. ¿Yo me voy a molestar en poner en duda que lo que han decidido mis líderes políticos está mal? No; si lo han decidido ellos, debe de estar bien; defenderé sus acuerdos a capa y espada. Y es más, si en un primer momento veo que sus decisiones no me están favoreciendo, lo único que tengo que hacer es volverle a dar mi confianza, estando seguro que sus decisiones debieron de tener una explicación lógica y convincente. Y otra cosa, todo lo que digan o hagan los opositores a mis líderes políticos, está pero que muy mal; no me explico cómo tienen tan poca vergüenza de decir o hacer eso; son unos descerebrados.
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En el fútbol. En cualquier reunión en la que nos hallemos nos vamos a encontrar con que a un diez por ciento no le gusta nada el fútbol, que un veinte por ciento del total es seguidor de equipos de "segunda línea", y que el setenta por ciento restante, o bien es simpatizante del Madrid o del Barça. Está claro que a la mayoría le gusta embarcar en el barco del campeón o del que tiene más posibilidades de serlo: de sufridores, nada de nada.
¿Yo voy a ser del Depor, del Valencia, del Málaga, del Betis o del Atleti? Para cuatro alegrones mal contados que me van a dar; ¡anda ya!; yo me apunto a uno de los dos grandes, y así en cualquier reunión que tenga, podré fardar de títulos y de jugadas de mis jugadores. Porque , si soy seguidor de uno de esos equipos de "segunda línea", sólo podré decir del pedazo de gol que metió uno de los jugadores de mi equipo: "¡qué pedazo de gol!: si ese mismo lo hubiese metido Messi o Cristiano, hubiera dado la vuelta al mundo".

Y a lo que iba, y por lo que iba.

Cada día me gustan más las coplas de carnaval, pero cada día me gusta menos el concurso de agrupaciones del Falla. Volvemos a lo que hablábamos. Da igual lo que se cante y cómo se cante en las tablas del Gran Teatro; lo único que importa es quién lo canta. Que canta el Selu, el Aragón, los Carapapas o el Love: "ufffff, qué maravilla", "que pasodoblón, pisha", "este año viene más fuerte todavía", "un pelotazo, colega, lo que yo te diga, un pelotazo", "qué bastinasso, pisha; lo ha bordao", "este año van de primer premio" ……..; y así mil y un comentarios, y todo ello, no sólo sin escuchar a la agrupación de sus amores, sino sin pararse siquiera en oír al resto de agrupaciones.
Al resto de agrupaciones, las de"segunda fila", sólo les queda el que digan de ellas, comentarios como: "muy trabajada, muy trabajada", "tienen golpes buenos" o "si sigue así, llegan algún día".
http://www.youtube.com/watch?v=g3DpRlCJANk

Pero da igual, la vida sigue, y el año viene seguirá habiendo carnaval, final de la Champion League o Presupuestos del Estado. Y nosotros, nos seguiremos dejando llevar por lo que diga o haga el equipo, el partido o la comparsa de nuestros amores: el resto, como nos cuesta trabajo pensar, no existen.

Asín nos luce el pelo.

Domingo
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