jueves, 8 de diciembre de 2016

DESPEDIDA Y CIERRE o CUANDO LAS HOJAS DEJAN A LOS ÁRBOLES DESNUDOS


Si alguna vez te desvela mi optimismo, no me reprendas.

Si alguna vez te molesta mi sonrisa, por a destiempo, no me riñas.

Si alguna vez te incomoda mi sed de aventura, acércame tu cantimplora, que yo seguiré la senda.

Si alguna vez te cansas de cabalgar conmigo, pídeme con tu mirada que tire de las riendas de mi corcel.

Si alguna vez te ves demasiada henchida de mimetizarte, no olvides, aunque sea por respeto, que yo no dejo de utilizar tu fondo de armario para estar a tu altura.

Si alguna vez adviertes como caigo sin paracaídas, confía en mí, sé cómo remontar el vuelo.

Si alguna vez, aclarando la oscuridad de nuestra habitación las primeras luces de la mañana entrando por las rendijas de la persiana de color marrón que pusimos meses atrás tras tocarnos el cupón de la ONCE, percibes que no soy tan bello como cuando me conociste, date media vuelta y piensa, aunque sólo sea pensar, que tienes mucha parte de culpa en mi adquirida fealdad.

Si alguna vez notas que he vuelto a restregar ajo en mi tostada con aceite, haciendo caso omiso o ignorando tu repulsa hacia esa hortaliza, sólo decirte que ni me lo tomes en cuenta ni que te sirva de pábulo para enojarte, que si sucede, pudiera ser debido a que es una llamada de atención, intencionada por mi parte, para hacerte comprender que las llamas pierden consistencia si no se le alimenta con buena madera.

Si alguna vez te sorprende, haciéndote pensar lo que no debiera, que te colme de mimos, carantoñas o regalos, no creas que lo hago por las razones que tu pudieras hacerlo conmigo, sino que, y esto te lo digo tal como lo siento, me apetecía; simplemente me apetecía.

Si alguna vez me ves salir de casa cargado con la mochila y con el cepillo de dientes eléctrico que me regalaste cuando cumplí los cuarenta y ocho, no creas que me voy a hacer el Camino de Santiago que tengo pendiente desde hace ya unos años (desde antes que me regalaras el cepillo de dientes eléctrico), sino que a lo mejor, y te digo que a lo mejor, no vuelvo más.


Por cierto, cariño, ¿dónde está mi mochila y el cargador del cepillo eléctrico?
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