Cádiz,
2.021. Estadio Ramón de Carranza.
Las
más de veinticinco mil localidades del aforo del estadio Ramón de
Carranza se vendieron con una semana de antelación a la fecha del
partido, hecho éste a destacar al haberse establecido el encuentro
como Día del Club, por lo que los socios tuvieron que pagar el
precio de la entrada, aunque eso sí, teniendo derecho a adquirirla
con anticipación al resto de los aficionados.
Con
tres horas de antelación al comienzo del partido, fijado para las
diecinueve horas, las calles colindantes con el estadio eran un
hervidero. Las dos aficiones, como una sola, daban colorido a la
media tarde gaditana, ondeando sus banderas y bufandas, al tiempo que
alternaban sus himnos con voces casi angelicales. Todo eran risas y
cantos, e incluso se llegaron a ver algunos bailes entre aficionados
de ambos equipos, llamando la atención cómo los hinchas del
Barcelona bailaban tanguillos y los del Cádiz hacían lo propio con
la sardana.
Y
llegó la hora de entrada al estadio. Atrás quedaron aquellos años
en los que los petardos y bengalas campaban a sus anchas, en los que
las botellas volaban de una afición a otra, en los que los insultos
eran la más sutil de las armas arrojadizas entre aficiones. De
hecho, ambas aficiones habían quedado ya días antes para hacer una
gran fritada de pescado en la playa de la Victoria (con autorización
municipal, claro está) en las horas previas al partido, evento que
se había celebrado sin una gota de alcohol entre los asistentes al
encuentro.
Los
dos equipos, detrás del quinteto arbitral, saltan al campo. El
equipo local, el Cádiz, con camiseta rosa pálido y pantalón rosa
salmón; el equipo visitante, el Barcelona, con camiseta rosa magenta
y pantalón rosa cereza. Atrás quedaban colores tan agresivos y dados a la violencia como
el negro, el rojo o el azul oscuro.
Y
comenzaba el partido. Desde el pitido inicial, las dos aficiones
trasladaron los cánticos y el ambiente festivo de hacía varias
horas, desde la calle al estadio. Las groserías, insultos e
improperios del pasado, habían caído en el olvido, siendo
sustituidos por alabanzas y ovaciones continuas entre ambas
aficiones.
Si
hacía unos años se podían oír cánticos de “puta Barça.
Puta Cataluña”, por parte de
la afición gaditana, eso sí, de los sectores más radicales del
“cadismo”, en este partido se oyen frases como “Barcelona,
va a perder, Barcelona va a perder” o
“Barça perderá, Barça perderá”. Y entre los aficionados
catalanes, si hacía unos años se oían cánticos de “Cádiz
Andalucía, es la morería; Cádiz Andalucía, es la morería”,
ahora se oían cánticos de “este partido, lo vamos a
ganar; este partido, lo vamos a ganar”. O
no digamos aquella costumbre tan gaditana cada vez que sacaba de
puerta el portero del equipo contrario, que cada vez que disponía el
balón en el suelo se escuchaba un susurro en todo el estadio,
“eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee................”
que terminaba en el mismo momento de impactarle al balón, con un
“.... cabr.....”.
Ahora, en el mismo acto de pegada al balón por parte del cancerbero
del equipo contrario se escucha un “ eeeeeeeeeeeee
….............. campeón”.
El
partido está siendo maravilloso, es un toma y daca, donde los dos
equipos sólo buscan la victoria; las grandes jugadas se suceden en
uno y otro equipo, y como respuestas, las dos aficiones las aplauden
acaloradamente, sin importarles si las han realizado su equipo o el
contrario. Aunque desean que gane su equipo, tanto una como otra
afición lo que más desean es ver buen fútbol.
De
diez; las aficiones, de diez. Más no se les puede pedir.
Y
no digamos ya el comportamiento hacia con el árbitro. Y a los hechos
me remito, o mejor dicho, a una conversación oída en la grada,
escogida al azar entre otras de igual naturaleza.
- Pues creo que estaba fuera de juego.
- No; estaba en línea. El árbitro acierta.
- Espera, vamos a verlo en el video marcador. ¿Lo ves?, está en fuera de juego; por poco, pero lo está.
- Llevas razón, se ha equivocado el señor árbitro.
- En verdad es que me entran ganas de decirle algo; nos ha costado un gol.
- Compréndelo, es humano, y al igual que yo, se puede equivocar.
- Llevas razón.
Hace
unos años, con esa misma jugada, en las gradas del Carranza se
hubiera oído, “árbitro valiente, valiente hijo de
p....”. A Dios gracias, la
cosa ha cambiado para bien..
Y
hoy, es la hora de criticar a todos aquéllos que decían allá por
finales del 2014, que las medidas contra la violencia acordadas por
el Consejo Superior de Deportes y la Federación Española de Fútbol
estaban fuera de lugar, que eran exageradas y que lo único que iban
a provocar sería vaciar los estadios de fútbol. Los contrarios a
esas medidas decían que la violencia generada por los aficionados al
fútbol nada tenían que ver con el fútbol en sí, sino que era
producto del descontento social existente ante la realidad que le
estaba tocando vivir.
Por
su parte, tanto CSD como Federación, vieron en el mismo fútbol la
causa de tanta violencia y fue por eso por lo que adoptaron las
medidas tomadas.
Y
menos mal que la adoptaron.