Los dos, sin pretenderlo, se
levantaron al mismo tiempo, quedando sus cuerpos, uno enfrente del
otro, a menos de treinta centímetros. Sus miradas lo dijeron todo.
No hicieron falta palabras. Jacobo extendió su mano derecha y
acarició la mejilla de Laura, para, con una suavidad angelical,
acercar sus labios a los de ella. Mientras que le oprimía
sedosamente los labios con los suyos, le deslizó su mano izquierda
por toda la espalda, hasta llegar a la zona lumbar, atrayéndola
hasta que sus cuerpos se fundieron en uno solo. El beso de Jacobo,
junto a las caricias por su baja espalda, hizo que Laura se sintiera
inundada de placer, deseando que aquello no acabase nunca. Cuando los
labios se separaron, con sus ojos brillantes y los labios rojos, ella vio en Jacobo al ser más hermoso que nunca
había visto. Poniéndole
su dedo índice en los labios, acallando el intento de Jacobo de
decir algo, lo asió por la mano y, sin dejar de mirarlo, hizo que le
siguiese hasta su dormitorio. Atrás quedaron las copas, los canapés
y las conversaciones intranscendentes, siendo el desenfreno y la
pasión las que inundaron aquella cama de dos por dos. … ………………………………………... El éxtasis no abandonó el dormitorio hasta bien
entrada la madrugada, momento en el que aprovecharon para, antes de
disponerse a dormir, darse una ducha juntos y llegar al orgasmo por
enésima vez en la noche.