sábado, 12 de noviembre de 2016

MAESTRO COHEN.




Sus cuatro paredes le asfixiaban, en su calle no se encontraba, en su ciudad se atormentaba, en su país y en el de al lado, porque en los dos tenía las mismas o casi las mismas sensaciones, llegó un momento en que no se identificaba. 
Ahora estoy con “Hallelujah”. 
Y fue por todo eso por lo que decidió abrirse, buscarse, encontrarse; aunque fuera tropezarse con su yo. Buscó en nuevas latitudes, en nuevos mares hasta ahora desconocidos para él, pero que siempre estuvieron en sus sueños; y en sus despertares; y en sus atardeceres. Bailó con la más fea, con la bien parecida y hasta con la más guapa. Le encantaba bailar, bailar y bailar, llegando a bailar, como a todos nos hubiera gustado, hasta el fin del amor. Y fue así, bailando y bailando, como llegó hasta las nítidas aguas de la diminuta isla de Hydra. Fue en esa diminuta isla helena, a pocos kilómetros de las llanuras en las que se adiestraban allá por el V a.C. los valerosos espartanos, donde, entre actuación y actuación en las tabernas de la isla, comenzó a respirar, a encontrarse; fue donde comenzó a susurrar con su voz cavernosa, fue donde encontró esas sensaciones que había echado en falta y que él necesitaba; y fue donde encontró a esa musa que todo artista busca para que comparta sus desayunos, sus comidas y hasta sus versos.
Y pasó su periodo de Hydra y fue cuando nuestro trovador de voz profunda y arrulladora experimenta una explosión continua que ha perdurado hasta este fatídico once del once.
Escribió al futuro, al amor, al desamor, a la entrega y al sentirse subyugado a su obsesión. Escribió y vivió lo que quiso y como quiso, y sobre todo, ha sabido dejar un legado que pervivirá, al igual que pervive el de su admirado Federico, por los siglos de los siglos.
Hoy, bailando un vals vienés, o recordando el té con trocitos de naranja que le sirvió su amiga Suzanne en Montreal, o evocando la resistencia francesa del partisano ante las tropas nazis de ocupación, el maestro estará sentado cara a cara junto a su Marianne.

Siempre estarás.
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