La
ciudad de Sevilla está de enhorabuena. ¿Y por qué digo esto? Pues
muy sencillo. Digo esto porque la nueva ordenanza contra la
contaminación acústica, ruidos y vibraciones de la ciudad de
Sevilla, entre otras muchas medidas que van a dar mucho que hablar,
aprueba en su artículo 28,7.c, que aquellas personas que tengan en
su domicilio un animal, sea cual sea, no podrán dejarlo solo en su
vivienda cuando causen molestias por ruidos a los vecinos.
Tiremos
de hipotéticos ejemplos.
- Aquella niña que en su octavo cumpleaños recibió de su abuelo, un periquito. Dónde vamos a dejar ese periquito que no para de graznar cuando se ve solo en el piso.
- Esa señora mayor que su única compañía es la de su pequeño yorkshire, que se apena cuando ella va al ambulatorio, comenzando a emitir pequeños ladridos.
- Aquel buen señor que tiene una pareja de perdices que todas las mañanas, coincidiendo con su media jornada laboral en Merca Sevilla, no dejan de cantarse una a la otra.
- Aquel niño al que su padre, marino mercante, le trajo de su último viaje a Guayaquil un mono tití recién destetado y cuya única familia es ese agraciado niño y su madre, trabajadora social en el ayuntamiento, y que al sentirse sólo, al mono tití me refiero, comienza a llorar.
Y
así podríamos poner “tropecientos” ejemplos en los que una
mascota, al verse sóla y desamparada entre cuatro paredes, comienza
a emitir una serie de sonidos que pueden molestar al vecindario.
Y
es aquí donde el pueblo de Sevilla está de enhorabuena, ya que la
única solución que se ve, a simple vista, para deshacer este
entuerto municipal, y me refiero concretamente al hablar de entuerto
municipal a la aprobación de esta ordenanza, es el de crear unas
granjas o guarderías de animales donde, todos los días, los dueños
de esos animales, dejarán (por distintas razones) a sus mascotas
hasta que vuelvan a sus domicilios. Como estas guarderías o granjas
no podrán estar en el núcleo urbano, ya que serían centros donde
la dichosa ordenanza se incumpliría, deberán de ubicarse en el
extrarradio hispalense, lo que conllevaría el traslado en vehículos
especiales para tal fin de dichas mascotas.
Dicho
lo dicho, y por eso hablo de la alegría del sevillano, hay que decir
que toda esta nueva “realidad animalística o mascotera”
conllevará una gran cantidad de puestos de trabajos para atender a
un sinfín de especies animales, puestos de trabajos que harán que
desciendan las listas de inscritos al INEM y que, como es lógico,
deberán de someterse a recibir los correspondientes cursos de
formación.
Y
no entro en la prohibición de poder jugar al dominó o a los dados
en terrazas y veladores, que también queda prohibido en la tan
mencionada y cacareada ordenanza.
Más
de lo mismo en mi querida España.