Lo de
algunos GP es de risa: vengan trapatiestas, algarabías y tiberios, y
al final más de lo mismo; movimientos agitadores para cambiar el
statu quo existente, y lo único que han conseguido, que era
realmente lo que perseguían desde hace ya algunas lunas, es cambiar
al apoltronado.
Yo te
lo dije, Perico, “que no te quieren, que no llevas el mismo paso
que ellos, que la gente como tú sois una chinita en sus zapatos; y
tú, a pecho descubierto. ¿Qué trabajo te hubiera costado haberte
bailado un par de sevillanas en la feria de Sevilla, haber compartido
un buen plato de jamón extremeño o haber sonreído, aunque fuese
histriónicamente, mientras se escanciaba una rica sidra de
temporada?
Con lo
que le gustan los toros a tus correligionarios, haber sacado la
muleta y haberle dado una serie de naturales, adornados con unos
derechazos, unos pases de pecho y, para terminar la faena, unos
redondos; y para aquéllos que no te hubiesen entrado al trapo,
haberlos citado con unas pedresianas, que tan bien te van y que
siempre te negaste a darlas.
¿Y
ahora qué? Ahora ya se te pasó el arroz. Ahora te toca esperar
detrás del burladero. Porque, y eso no quiero que lo olvides, no
debes de abandonarlo; debes de estar atento por si en algún trance
de la lidia, que lo va a haber, tienes que saltar al coso para hacer
algún quite, teniendo en cuenta que un buen quite dado en el momento
preciso, te puede poner nuevamente como primer espada.
Y
mientras, en la otra acera, blackeando y gurtelando, sin responsable
alguno.