Definitivamente
el invierno no me gusta absolutamente nada. La nieve no me dice nada,
el agua la prefiero embotellada, y no digamos si viene acompañada de
rachas de viento. Prefiero vivir en uno de esos países en los que,
como decía Javier Krahe traduciendo a George Brassens, “donde si
se oye llover será porque haga pis algún niño del vecindario”,
que en aquellos otros que la presencia del sol se mide con
cuentagotas.
Pero
hoy no quiero hablar de ese tiempo, del climatológico, que dicho sea
de paso, y ya que hablé anteriormente de mis preferencias, estoy
pero que muy satisfecho con la benignidad del que disfruto en mi
rinconcito peninsular (quitando algunos días de perro, como el de
hoy). Del tiempo del que quiero hablar es del otro, del que
transcurre entre dos momentos concretos de la vida de una persona; o
de dos; o de más de dos. Y quiero hablar de ese tiempo por la
historia que me ha contado hoy un amigo mío, que tiene más o menos
el mismo tiempo que yo, y que, la verdad, me ha dejado algo
pensativo; ¡qué coño! (perdón), estoy pensando en lo que me ha
contado desde que lo hizo.
Pues
bien, me ha contado ese amigo, que dicho sea de paso, es el mejor
amigo que tengo, porque entre otras muchas cosas, me conoce tanto
como me conozco yo, que le parece mentira algo que está viviendo.
Me
decía que sus últimos años de vida, más o menos sus últimas
treinta navidades, las ha vivido de forma muy intensa, sin parones ni
pasos atrás; al límite casi siempre, me decía. Pero que de pronto,
como por arte de birlibirloque, su tiempo vivido en esos últimos
años con el pie del acelerador a fondo, encontró una señal de
stop, seguido de un carril único obligatorio que le retrotraía al
punto en el que su existencia comenzaba a acelerarse. Y mira por
donde, seguía contándome, que esa vuelta a aquella etapa de su vida
no le ha hecho añorar los momentos tan intensos que ha protagonizado
en sus últimos años, sino todo lo contrario, se ha dado cuenta que
echaba de menos (https://www.youtube.com/watch?v=cSUEFDZ3p3k)
lo vivido con anterioridad a su frenética vida.
Uffff,
qué lioso es este amigo mío.
Yo,
con tanto lío lo que voy a hacer es hablar del tiempo, pero del que
empecé hablar; del tiempo climatológico, que si no mal recuerdo,
dije que el invierno no me gusta nada de nada. Espero que pronto
llegue el veintiuno de marzo.