domingo, 15 de diciembre de 2013

BERENGUER




Javier y Rosa era un matrimonio poco común en la vecindad donde vivían. Con más hijos de los que quisieran haber tenido, y trabajando todos en la empresa familiar, causa ésta que le ocasionó un sinvivir continuo, hicieron lo habido y por haber para que todos fuesen felices. Pero eso era tarea ardua, ya que, aunque hijos todos, eran muy diferentes entre sí.
Y esa diferencia entre ellos fue el principal motivo por el que Rosa y Javier, aunque no lo reconociesen en público, no se sintieran realizados ni como padres ni como gestores de la empresa familiar, destrozando desde un primer momento el concepto de igualdad, ya que daban a cada uno de esos hijos lo que, a su particular parecer y sin tener en cuenta las reacciones de los demás, ellos pensaban que necesitaban cada uno para que no le diesen problemas. O lo que es lo mismo, el cariño, el amor y algún que otro bien material que repartían los cabezas de familia, era muy distinto según se tratase de uno o de otro hijo.
Quizás el mayor error del matrimonio fue que sus componentes, es decir, Javier y Rosa, nunca fueron en la misma dirección a la hora de la educación de sus hijos. Así, si hoy era Rosa la que hacía el reparto de amor, cariño y algún que otro bien material entre sus numerosos hijos, mañana llegaba su marido para, desatendiendo lo hecho por su esposa, hacer un nuevo reparto. Claro está, comportamientos éstos que lo único que hacían era enturbiar las relaciones entre sus hijos y entre ellos mismos.
Era por eso que, como en cualquier camada de lobeznos, donde siempre hay algunos que maman más que sus hermanos, entre los hijos de Rosa y Javier existían unos más favorecidos que otros. Y estos favores se veían con una claridad más que notoria en las habitaciones en las que dormían, habitaciones que servían también de lugares de trabajo. Así, la habitación de Berenguer era sin lugar a ninguna duda la más confortable y la que más lujos tenía. En su mesa de despacho se encontraban los últimos y mejores avances tecnológicos, hecho éste por el que sus trabajos, aparentemente, eran más copiosos y abundantes que los de sus hermanos, teniendo así más clientes que ellos.
El hecho de presentar más y aparentemente mejores trabajos que sus hermanos, era motivo para que Berenguer se sintiera superior a sus hermanos, reclamando y exigiendo continuamente más cariño, más amor y algún que otro bien material. Continuamente transmitía a sus padres el malestar que sentía hacia sus hermanos, con unos más que con otros, acusándolos de hacer poco y mal el trabajo que tenían encomendados para ayudar a que la economía familiar estuviese saneada, para a continuación, demandarles más mejoras en su habitación, demandas que salvo algunos, pocos, hechos aislados, siempre habían sido otorgadas por sus padres desde sus primeros años de vida, convirtiéndolo así en una persona caprichosa y malcriada.
Los tiempos que se estaban viviendo no eran los mejores para la empresa, comenzando a ponerse la cuenta en números rojos, hecho éste que Javier y Rosa ocultaron a sus hijos; que ocultaron hasta el momento en que la situación se hizo insostenible y no les quedó más remedio que ponerlos al día, menguándose desde entonces el amor, el cariño y algún que otro regalito material (distintos a cada uno de sus hijos), a los que lo tenían acostumbrados. Y es aquí donde comenzaron los quebraderos de cabeza más graves para Rosa y Javier, ya que, no sólo se tuvieron que enfrentar con los problemas de liquidez de su empresa (llegaron a estar a punto de la banca rota), sino que tuvieron que lidiar con las múltiples quejas procedentes de sus propios hijos, protestas que lo unicamente que hacían eran demandar las prebendas a las que estaban acostumbrados.
Pero de entre todas las protestas y demandas, fueron las de Berenguer, el hijo caprichoso y malcriado, las que más preocuparon al matrimonio. Achacando que ya estaba harto de producir más que sus hermanos, amenazó a sus padres con marcharse de la casa y de la empresa familiar, creando una empresa propia que desarrollaría su labor en los mismo quehaceres que desarrollaba la de sus padres.
Rosa y Javier priorizaron el problema que les presentó su hijo Berenguer, buscándole mil y una soluciones para que desistiera de su empeño. Para ello buscaron a los mejores asesores, a los mejores mediadores, y claro está, a los mejores intermediarios para convencer al gran Berenguer que no se convirtiera en la competencia.
Al tiempo que seguían las negociaciones, en las que el caprichoso y cada vez más altivo Berenguer se alejaba por día de las súplicas de sus padres, uno de los asesores, aconsejó al matrimonio lo siguiente:
Javier, Rosa, la situación está muy mal; Berenguer se ha empestillado en no dar marcha atrás en tus pretensiones, así que, os aconsejo, y priorizando, que sin abandonar el intento a que no se marche, hay que empezar a mover los hilos necesarios para que si en un final, abandonase la casa y la empresa, su ausencia no se eche en falta.
¿Y qué vamos a hacer para ello? Pues muy sencillo. Y comienzo con los detalles. El mejor equipo informático que tenéis en la empresa se encuentra en la habitación de Berenguer, siendo a él a donde acuden una gran parte de los clientes de la empresa. Pues bien, montemos en las habitaciones de varios de vuestros hijos, unos equipos informáticos mucho más potentes, siendo allí a donde irán desviados esos clientes; y es más, serán los mismos clientes los que, al ver que las prestaciones de los nuevos ordenadores son mejores, acudirán sin tenerlos que presionar.
Por otro lado, los nuevos clientes que vengan a demandar los servicios de la empresa los reconduciremos hasta sus otros hijos, asegurándonos que los nuevos gestores (sus otros hijos) suministran un servicio como mínimo, y si se puede, mejor, que el que suministraba Berenguer.
Y por último, y aunque esperemos que al final no se vaya el díscolo Berenguer, caso que no remita en su empeño, se les abrirá las puertas para que se vaya, pero que deje en la empresa el gran equipo informático que se le compró, así como la maravillosa cadena de música (mucho mejor que la de sus hermanos), el vehículo de gama alta (único que hay en la familia) y todos los otros regalos que bien vosotros, bien la empresa, le regalasteis en su día. En otras palabras, y hablando bien claro, si el díscolo, caprichoso y malcriado Berenguer no remite en su empeño de marcharse, que se vaya como popularmente se dice, con una mano delante y otra detrás.
Y ojo, esto sólo es un consejo que os doy”


Domingo
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