Javier
y Rosa era un matrimonio poco común en la vecindad donde vivían.
Con más hijos de los que quisieran haber tenido, y trabajando todos
en la empresa familiar, causa ésta que le ocasionó un sinvivir
continuo, hicieron lo habido y por haber para que todos fuesen
felices. Pero eso era tarea ardua, ya que, aunque hijos todos, eran
muy diferentes entre sí.
Y esa
diferencia entre ellos fue el principal motivo por el que Rosa y
Javier, aunque no lo reconociesen en público, no se sintieran
realizados ni como padres ni como gestores de la empresa familiar,
destrozando desde un primer momento el concepto de igualdad,
ya que daban a cada uno de esos hijos lo que, a su particular parecer
y sin tener en cuenta las reacciones de los demás, ellos pensaban
que necesitaban cada uno para que no le diesen problemas. O lo que es
lo mismo, el cariño, el amor y algún que otro bien material que
repartían los cabezas de familia, era muy distinto según se tratase
de uno o de otro hijo.
Quizás
el mayor error del matrimonio fue que sus componentes, es decir,
Javier y Rosa, nunca fueron en la misma dirección a la hora de la
educación de sus hijos. Así, si hoy era Rosa la que hacía el
reparto de amor, cariño y algún que otro bien material entre sus
numerosos hijos, mañana llegaba su marido para, desatendiendo lo
hecho por su esposa, hacer un nuevo reparto. Claro está,
comportamientos éstos que lo único que hacían era enturbiar las
relaciones entre sus hijos y entre ellos mismos.
Era
por eso que, como en cualquier camada de lobeznos, donde siempre hay
algunos que maman más que sus hermanos, entre los hijos de Rosa y
Javier existían unos más favorecidos que otros. Y estos favores se
veían con una claridad más que notoria en las habitaciones en las
que dormían, habitaciones que servían también de lugares de
trabajo. Así, la habitación de Berenguer era sin lugar a ninguna
duda la más confortable y la que más lujos tenía. En su mesa de
despacho se encontraban los últimos y mejores avances tecnológicos,
hecho éste por el que sus trabajos, aparentemente, eran más
copiosos y abundantes que los de sus hermanos, teniendo así más
clientes que ellos.
El
hecho de presentar más y aparentemente mejores trabajos que sus
hermanos, era motivo para que Berenguer se sintiera superior a sus
hermanos, reclamando y exigiendo continuamente más cariño, más
amor y algún que otro bien material. Continuamente transmitía a sus
padres el malestar que sentía hacia sus hermanos, con unos más que
con otros, acusándolos de hacer poco y mal el trabajo que tenían
encomendados para ayudar a que la economía familiar estuviese
saneada, para a continuación, demandarles más mejoras en su
habitación, demandas que salvo algunos, pocos, hechos aislados,
siempre habían sido otorgadas por sus padres desde sus primeros años
de vida, convirtiéndolo así en una persona caprichosa y malcriada.
Los
tiempos que se estaban viviendo no eran los mejores para la empresa,
comenzando a ponerse la cuenta en números rojos, hecho éste que
Javier y Rosa ocultaron a sus hijos; que ocultaron hasta el momento
en que la situación se hizo insostenible y no les quedó más
remedio que ponerlos al día, menguándose desde entonces el amor, el
cariño y algún que otro regalito material (distintos a cada uno de
sus hijos), a los que lo tenían acostumbrados. Y es aquí donde
comenzaron los quebraderos de cabeza más graves para Rosa y Javier,
ya que, no sólo se tuvieron que enfrentar con los problemas de
liquidez de su empresa (llegaron a estar a punto de la banca rota),
sino que tuvieron que lidiar con las múltiples quejas procedentes de
sus propios hijos, protestas que lo unicamente que hacían eran
demandar las prebendas a las que estaban acostumbrados.
Pero
de entre todas las protestas y demandas, fueron las de Berenguer, el
hijo caprichoso y malcriado, las que más preocuparon al matrimonio.
Achacando que ya estaba harto de producir más que sus hermanos,
amenazó a sus padres con marcharse de la casa y de la empresa
familiar, creando una empresa propia que desarrollaría su labor en
los mismo quehaceres que desarrollaba la de sus padres.
Rosa y
Javier priorizaron el problema que les presentó su hijo Berenguer,
buscándole mil y una soluciones para que desistiera de su empeño.
Para ello buscaron a los mejores asesores, a los mejores mediadores,
y claro está, a los mejores intermediarios para convencer al gran
Berenguer que no se convirtiera en la competencia.
Al
tiempo que seguían las negociaciones, en las que el caprichoso y
cada vez más altivo Berenguer se alejaba por día de las súplicas
de sus padres, uno de los asesores, aconsejó al matrimonio lo
siguiente:
“Javier,
Rosa, la situación está muy mal; Berenguer se ha empestillado en
no dar marcha atrás en tus pretensiones, así que, os aconsejo, y
priorizando, que sin abandonar el intento a que no se marche, hay que
empezar a mover los hilos necesarios para que si en un final,
abandonase la casa y la empresa, su ausencia no se eche en falta.
¿Y
qué vamos a hacer para ello? Pues muy sencillo. Y comienzo con los
detalles. El mejor equipo informático que tenéis en la empresa se
encuentra en la habitación de Berenguer, siendo a él a donde
acuden una gran parte de los clientes de la empresa. Pues bien,
montemos en las habitaciones de varios de vuestros hijos, unos
equipos informáticos mucho más potentes, siendo allí a donde irán
desviados esos clientes; y es más, serán los mismos clientes los
que, al ver que las prestaciones de los nuevos ordenadores son
mejores, acudirán sin tenerlos que presionar.
Por
otro lado, los nuevos clientes que vengan a demandar los servicios de
la empresa los reconduciremos hasta sus otros hijos, asegurándonos
que los nuevos gestores (sus otros hijos) suministran un servicio
como mínimo, y si se puede, mejor, que el que suministraba
Berenguer.
Y
por último, y aunque esperemos que al final no se vaya el díscolo
Berenguer, caso que no remita en su empeño, se les abrirá las
puertas para que se vaya, pero que deje en la empresa el gran equipo
informático que se le compró, así como la maravillosa cadena de
música (mucho mejor que la de sus hermanos), el vehículo de gama
alta (único que hay en la familia) y todos los otros regalos que
bien vosotros, bien la empresa, le regalasteis en su día. En otras
palabras, y hablando bien claro, si el díscolo, caprichoso y
malcriado Berenguer no remite en su empeño de marcharse, que se vaya
como popularmente se dice, con una mano delante y otra detrás.
Y
ojo, esto sólo es un consejo que os doy”
Domingo