Décimo
día de estado de alarma descoronavizante. Décimo día, que tal como
se predecía, las cifras van en aumento. Y décimo día en el que
acordándome nuevamente a don Antonio Machado, el pueblo es el héroe;
porque héroes son todos los miembros de la plantilla sanitaria de
nuesro Servicio de Sanidad; porque héroes son todos los miembros de
las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, junto a los miembros de las
Fuerzas Armadas; porque héroes son los transportistas, los
trabajadores de supermercados, los profesores y maestros; porque
héroes son todos los trabajadores que por Decreto están en su tajo
cumpliendo como si no ocurriera nada; y porque héroes son también
todos los españoles y españolas que se encuentran en sus casas
confinados y ayudando a parar la virulencia de este virus. Lo dicho:
el pueblo es el héroe.
Y mientras, los políticos, los de unos y los
de otros, y de los que no voy a perder tiempo en escribir sobre
ellos, se retratan solos.
Así
que vamos a empezar a hablar un poco de mi parisina.
“.........Tu
me dirás........., boludo; y dilo pronto que ya mismo abren la
puerta de embarque y mi mujer me estará esperando”. “Pues muy
sencillo, contestó el porteño, te lo resumo enseguida. Me avisaron
en mi querido Buenos Aires donde encontrar el óleo que andaba
buscando; enseguida volé hasta París y cuando hallo al vendedor me
dijo que ya estaba vendido, entregada una señal y que al día
siguiente vendrían a llevárselo tras la entrega del dinero. Allí
estaba yo al día siguiente cuando vos retiró la compra, te seguí,
localicé tu hotel y por medio de otra persona pude enterarme que
viajabas hasta Sevilla con escala en Madrid, pero todo eso a
ultimísima hora, sin tiempo apenas para sacar el billete. Cómo
conseguí la información?; pues si preguntá a tu hermosa mujer
seguro que recuerda que tuvo una conversación con una chica española
y le dijo cuáles eran vuestros planes de regreso a España. Con
respecto al encuentro que tuvimos en los últimos asientos del avión,
fue circunstancial; aproveché la ocasión de cerrar el trato ya que
en mis planes estaba haberte hecho la oferta una vez tomado tierra en
Sevilla. Así de fácil todo, boludo”. Yo me quedé algo
dubitativo, contestándole “más vale creerlo y no averiguarlo”.
Con mucha desgana extendí los brazos y le entregué el canuto,
recogiendo a la vuelta el sobre de Argentaria, que volví a abrir y
contar los dieciocho billetes de cinco mil, cerciorándome también
que eran legales y que no se trataba de una variante del timo de la
estampita. “Bueno, y ahora en Sevilla qué vas a hacer, ¿te
quedas?, porque entiendo que en tus planes estará viajar hasta tu
querida Argentina”. “En mis planes estaba quedarme un par de días
o tres en Sevilla, desplazándome para conocer Marbella, pero visto
lo visto, lo más seguro es que me quede aquí en Madrid hasta que
encuentre vuelo para Buenos Aires”. Nos levantamos de la mesa,
apuradas las cervezas, y nos dirigimos, entrecruzándonos con el
numeroso público que iba y venía, camino de la puerta de embarque
hablando de arte; bueno, yo realmente iba en el papel de un mero
espectador que se traga todo lo que le quieran decir, ya que por
aquel entonces, y no que ahora sepa mucho, no tenía ni la más zorra
idea del arte de la pintura y de sus pintores. Así, recuerdo que me
habló de la serie de cuadros que pintó el impresionista Monet sobre
un mismo motivo pictórico, concretamente sobre la catedral de Rouen,
vista a distintas horas del día y en distintas estaciones
climáticas, y a lo que él hizo mención cuando me habló de la
compra de mi parisina como un “arte en cadena” con el fin de
impresionarme y dársela de “enteradillo”, ya que desde entonces
he tratado de buscar esa expresión de “arte en cadena” y no la
he encontrado por ningún lado.
Pero
cual fue mi sorpresa cuando, ya viendo el número de la puerta de
embarque que correspondía al vuelo de Sevilla, y en cuya cola de
espera ya se encontraba mi mujer, eso sí, con una bolsa de una
conocida marca de ropa, el señor Honorio se dejó caer con la
siguiente frase: “¿sabés vos lo que le digo?, que voy a hacer lo
que tenía pensado, que me voy para Sevilla”. Y la verdad fue que
nos vino hasta bien que decidiera utilizar el mismo vuelo que
nosotros, ya que si no lo hubiera hecho, la compra de mi mujer en la
tienda de lujo hubiera tenido que ser facturada, pues no la dejaban
entrar con ella al tener ya otra bolsa de mano de viaje; así que el
canuto con la parisina en su interior, encontró asilo junto a la
lujosa prenda.
Y
ya lo vamos a dejar para mañana, esperando que las noticias sean
mejores.
Y
no olvidar eso de “seguir en casa”. Y recalco: seguir en casa;
se está demostrando que es la mejor solución para que el puto virus
no te haga compañía. Ya queda menos.