martes, 15 de noviembre de 2011
BORNOS EN LA HISTORIA (V)
Hablar de Abbasíes es hablar de esplendor musulmán. Hablar de Omeyas es hablar de esplendor musulmán. Hablar de Abbasíes y de Omeyas, es hablar de luchas de poder y de guerras entre familias con el único fin de conseguir el califato.
Y Bornos, Al-Bornuz, no podía escapar a esas luchas entre familias, que al fin y a la postre, supusieron la decadencia, o mejor dicho, el fin de la política expansionista del gran imperio musulmán. Perdurarían las dos familias durante varios siglos en el poder, una en Bagdad y la otra en Córdoba, pero sus luchas internas serían el germen de su destrucción. Después, los historiadores se encargarían de decir que su decadencia fue motivada por el auge del cristianismo en occidente y de los Otomanos en Oriente, pero el ocaso del vasto imperio musulmán fue motivado por ellos mismos.
Y es ésta la historia que todavía hoy, en el seno de la cultura Tuareg (que nada tiene que ver con el antiguo imperio musulmán), se transmite de padres a hijos, y que por cosas del azar, ha llegado hasta mis oídos.
Me contaban, que muchos años antes de comenzar las intrigas entre Abbasíes y Omeyas, ambas familias, emparentadas, disfrutaban de placenteros baños en las extraordinarias aguas medicinales que manaban en las cercanías de lo que hoy constituyen el pueblo de Bornos. Allí, las grandes familias musulmanas, entre las que destacaban la de los Abbasíes (en el poder) y la de los Omeyas, pasaban los días totalmente desnudos, mientras sus cuerpos se rejuvenecían con el fluir de las aguas sulfurosas. Ya hastiados de tantas aguas, subían al pueblo envueltos en largas túnicas de lana o algodón, algunas con capuchas, a las que llamaban al-bornuz, nombre éste por el que se conoció en todo el Islam, desde los Pirineos hasta la India, al pueblo de Bornos.
Digo lo de al-bornuz con capucha, porque fue ésta, según cuenta la leyenda Tuareg, la razón por la que se enemistaron las dos familias musulmanas más poderosas.
Según cuentan, los primeros al-bornuz(es) utilizados por la familia de los Abbasíes, y que irradiaron al resto de los usuarios de las aguas que manaban a orillas del Guadaletho (río del olvido), eran sin capuchas. Los Omeyas, que según cuentan también, eran por lo general algo presumidos, añadieron a los albornoz(es) una capucha, para evitar los constipados que pudieran coger en su vuelta al pueblo con la cabezas mojadas.
Muy pronto, muchas de las otras familias, nunca la de los Abbasíes, fue copiando el modelo de al-bornuz de los Omeyas.
Así, lo que en un primer momento formaban una piña de familias, eso sí, bajo el poder de los Abbasíes, se transformó en una carrera de poner complementos distintivos a los dichosos al-bornuz(es) con el fin de destacar de los demás. El resultado final fue la formación de dos clanes de familias: el encabezado por la de los abbasíes, que se distinguían por el uso de al-bornuz(es) de colores oscuros y negros, sin capuchas, y el encabezado por la familia de los Omeyas, que se distinguían por el uso de los al-bornuz(es) blancos con capuchas.
Lo que vino después ya está perfectamente recogido en la historia: levantamientos, confabulaciones, conspiraciones y asesinatos que dieron lugar a la victoria de los partidarios de los al-bornuz(es) con capucha, y como consecuencia, la separación de Al-Andalus del resto del imperio musulman, formando en un primer momento un emirato, para convertirse más tarde en el Califato independiente de Córdoba.
Y todo ello, según cuenta la leyenda Tuareg transmitida de padres a hijos, se coció entre las aguas sulfurosas de Al-Bornuz.
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