martes, 12 de octubre de 2010
PASEANDO POR CÁDIZ (IV)
El Teatro Romano de Cádiz.
El primer sábado de carnaval, del año no recuerdo ahora, fue de tanta algarabía que, a pesar de no estar entre mis intenciones el ser envuelto por el manto de Baco, amanecí, sin saber cómo, en la cavea del Teatro Romano de Cádiz. Recuerdo que, con las primeras luces, aterido de frío, abrí los ojos como pude, y después de observar que me encontraba en las inmediaciones de la orchestra, volví a caer en los brazos de Morfeo.
Después de ser despertado por el molesto contacto de los neumáticos con el pavés del Campo del Sur, volví a mi casa y, tras darme una ducha de agua fría, me tendí en la cama, tratando de recordar el sueño que había tenido en la “ima cavea”.
Recuerdo que la función que se iba a representar en el “Teatrum Romanum de Gades”, siendo anunciada a bombo y platillo en las últimas semanas, al tener previsto su asistencia el procónsul, estaba protagonizada por tres actores, dos de la Baetica, y uno de la Tarraconensis, siendo éste último el actor principal.
Pude observar en el sueño, que días antes de la función, había llegado a la ciudad, el mencionado actor tarraconense, acompañado de su joven y bella esposa.
Tan bella era Julia –asín se llamaba la mujer del actor-, que, tras quedarse prendado de ella e invitarla, junto a su marido, a la fiesta que se celebró en su casa dos días antes de la representación teatral, el procónsul buscó uno de los momentos en que ella se quedó a solas, para decirle que nunca Gades había sido pisada por una mujer tan hermosa, ofreciéndole todas las comodidades que le proporcionaba su posición hegemónica en la ciudad, encontrando la negativa de ella.
Y llegó el día de la representación de la obra teatral.
Los tres actores llegaron al proscenio, antes de su actuación, saludando al público en general, viéndose increpados por casi la totalidad de los ocupantes de la media cavea. Las protestas se extendieron muy pronto por todo el aforo, por lo que el procónsul tuvo que intervenir y, alzando su brazo en señal de silencio, se dirigió al gentío.
- ¿Por qué protesta el pueblo de Gades?
- No podemos permitir esta humillación –contestó un comerciante-.
- ¿Humillación al pueblo de Gades?, ¿quién se atreve a humillarlo?
- No podemos permitir –prosiguió el comerciante- que un actor tan feo ocupe un puesto en el escenario –refiriéndose al actor tarraconense-.
Tras estas palabras, todo el público asistente comenzó nuevamente a gritar, ahora con más fuerza y virulencia, pidiendo la muerte del actor tarraconense.
Nunca se había visto cosa igual en la ciudad de Cádiz, pero el procónsul sabía que no había cosa más fácil que manipular a las masas, viéndose ya rodeando con sus brazos el cuerpo desnudo de Julia.
- Muerte, muerte, muerte –gritaba la masa-.
El procónsul, sabedor que no se encontraba en un anfiteatro, se hacía de rogar.
- Muerte, muerte, muerte –proseguía la masa-.
Muy gustosamente, aunque representando, como un buen actor, el no querer hacerlo, el procónsul extendió su brazo con el puño cerrado y el pulgar hacia abajo.
- Muerte al actor feo.
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muy bien
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