viernes, 20 de diciembre de 2019

EL TRIUNFE DE LA "E".



Le mandé este escrito a mi editor, y él, con la prudencia y la mesura que le caracteriza me aconsejó que lo guardara en mi carpeta de artículos y no lo publicara, ya que me iban a llover les crítiques y más de une me iba a tachar de lo que no soy . Yo, haciendo caso omiso de su consejo y robándole unas gotitas de vehemencia a un buen amigo mío, he decidido publicarlo. 
Vaya por delante que siempre, o casi siempre, como le mayorie de les españoles, he sido defenser de les regles gramaticales marcades por nuestre Real Academia de la Lengua, si bien la realidad que nos está tocando vivir, provoca, y nunca mejor dicho, saltarnos a le torere, algunes de eses regles. Lo importante, a mi modeste parecer, es que haya consense y que todes les castellanes hablantes, les chilenes a la cabeza, que son les que más empeñe están poniendo, vayamos a une. Así si se decide robarle protagonisme a la “a” y a la “o”, para compartirle con la hasta ahora casi denostada “e”, pues adelante. Pero que conste que tenemes que ser consecuentes si nuestre RAE toma ese tipe de medides gramaticales, ya que le iba a hacer chique favor al reste de le poblacién mundial.
El primer probleme que nos íbamos a encontrar les castellanes parlantes es que a la hora de transcribir en el ordenador cualquier escrite, nos encontraríamos que todes les renglones iban a estar salpicades de palabres subrayades en rojo, como advirtiéndonos que estábamos cometiendo innumerables faltes de ortografíe. Inmediatamente el paquete Office o el OpenOffice, por mencionar algunes, deberán de adaptar sus programes, sobre todo el de tratamiente de textes, a les nueves regles gramaticales. 
No les va a quedar más remedie que adaptarse a la nueva realided social. Ne ni ne.
El probleme lo iban a tener les no castellanes parlantes. ¡¡¡Vaya problemen el suye!!!
Si se querían entender con nosotres, de nada les serviría lo hasta ahore estudiado o estudiada (estudiade) del castellane. Tendrían que empezar de nuevo; de nade le valdría lo aprendide hasta ahore.
Les ingleses lo pasarían fatal, ya que si hasta ahora les costaba Dios y ayude el dominar nuestre idiome, con les nueves regles gramaticales les iba a ser casi imposible. Digo yo. Que se joden, por lo del Brexit.
Les que iban a salir más beneficiades iban a ser los franchutes, ya que el castellane se iba a semejar más a su idiome, pues como todes sabemos, les gabaches son muy dados a terminar sus palabres en “e”.
Pues nada, que quien nos tenga que amparar nos ampare bien amparade si nuestre RAE adopta eses medides. La duda mía es saber si mi Hugo Boss, con el que estoy escribiendo estes palabres, seguirá llamándose igual o si cuando tenga que pedir un recambio tendré que preguntar por un Hugue Bess.

 Y me despido con aquel juego de mi infancia: “Queende Fernende Sépteme esebe el peletén, queende Fernende Sépteme esebe el peletén, queende Fernende Sépteme esebe el peletén, ¡Peletén!, esebe el peletén.

miércoles, 18 de diciembre de 2019

MI HUGO BOSS



Sentado en mi sillón reclinable y garabateando con el Hugo Boss regalado por mis amigos el día de mis cincuenta y diez cumpleaños, se me viene a la mente un suceso acaecido ayer que si para el resto de los mortales pueda tener una nimiedad superlativa, para mí, y para otros muchos como yo, que también los hay, tiene una suprema importancia. 
Por cierto, cómo se desliza este Hugo Boss por el papel, que por cierto, también viene rotulado con el nombre de Hugo Boss. Se desliza con una suavidad tan solo comparable con.........; bueno, mejor me callo, pero que conste que este Hugo Boss, que quiero recordar que dije anteriormente (¿o no lo dije?) que me lo habían regalado mis amigos en el transcurso de una fiesta/comida con la que me sorprendieron (¡Y vaya si me sorprendieron! ¡Ya ve! ¡No ni na!), se desliza con una suavidad parecida a la del plumón de los eideres comunes islandeses (ese mismo que utilizan para los más caros edredones y prendas de abrigo). ¡Casi na!
Pues a lo que iba. Os cuento. Ayer tarde noche lo pasé mal, muy mal; yo, y me consta, también mi nutrido grupo de amigos con los que tengo la suerte de compartir un grupo de whatsapp y que son los mismos que acertaron de lleno en regalarme en mi cuarenta y veinte cumpleaños, una agenda de la marca Hugo Boss y un bolígrafo, como creo haber dicho anteriormente, de la misma marca que se desliza con una suavidad semejante a …......
Y lo pasé mal porque uno de mis amigos perdió la cartera. El buen hombre, sabiendo de antemano que la mayoría de nosotros no podíamos hacer nada por encontrarla, ya que más de la mitad de los componentes del grupo nos encontrábamos y residimos fuera de la localidad que nos vio crecer y donde se cimentó nuestra amistad, comunicó por el grupo su lamentable pérdida. Dinero, tarjetas, décimos de lotería de Navidad y algún que otro secretillo y recuerdo puestos a buen recaudo en el último de los rincones de la dichosa cartera.
Enseguida, porque se le veía muy apurado, todos nos volcamos en darle ánimos.. “El dinero, al igual que las tarjetas, se reemplazan”. “ El DNI, en tres días lo tienes de nuevo”. “No te preocupes de los billetes de lotería que llevas el mismo número que yo y ponemos una denuncia ya”. Todos eran consejos. Todos a una. Todos y cada uno de los componentes del grupo tratando de subir la moral del perdedor de cartera. ¡Qué bonito! Esos mismos señores que el pasado día de la Inmaculada, porque yo nací ese día de hace treinta y treinta años, se desplazaron desde distintos puntos de España para agasajarme y darme esa sorpresa que llevaré siempre en mi interior. Y encima me regalaron un bolígrafo Hugo Boss que aunque resulte pesado, y perdonadme, pero vuelvo a decir que se desliza por el papel (también Hugo Boss) con una suavidad hasta ahora desconocida para este amante de juntar letras (a la hora de garabatear). Una sensación al escribir, en contacto directo con tu mente, que te invita, que te provoca, que te incita a pensar palabras y frases y plasmarla en el papel (en el de Hugo Boss o en cualquier otro). Y es verdad lo que digo. ¡'Ya ve! 
Y volviendo a la pérdida de la dichosa cartera, no solo se quedaron esos señores (y ahí me incluyo) en mandarle mensajes animosos, sino que pronto echaron mano del acervo tradicional de sus madres y padres para con prácticas oratorias y costumbres ancestrales, colaborar en el hallazgo de tan lamentable pérdida.
Se escuchaba por el grupo: “yo no creo, pero si.......”. “Se lo he pedido a San Antonio Bendito (el de Padua) para que aparezca”. “Pues yo a San Cucufato. Le he echado un nudo a un pañuelo y le he rezado su letanía: San Cucufato San Cucufato, los cojones te ato..............no te los desato”.
Todos preocupados por la aflicción del amigo. Incluso los más agnósticos del grupo participaban en la labor: “Esperanza, ten esperanza”. “Vuelve por tus pasos”. “Memoriza el objeto perdido”. “Déjate llevar por tu corazonada y aparecerá”.
Todos preocupados por la misma causa. Todos a una. ¡Ya ve!
Y llegó la hora de dormir y tengo que reconocer que, al igual que le ocurrió al resto de los amigos como ya comprobé (a las cuatro y media de la madrugada tuvimos todos una conversación por whatsapp, hablando de nuestros insomnios), no pude coger el sueño. Aunque por distinto motivo y con distintas sensaciones, me ocurrió lo mismo que aquella noche tras la fiesta/comida sorpresa de mis sesenta cumpleaños. Aquella noche tampoco pude dormir; henchido de gozo y levitando en una nube, pasé toda la noche rememorando, desgranando, desmenuzando cada momento que me habían hecho vivir. Y eso que aun no había descubierto la suavidad que se experimenta al escribir con el Hugo Boss. Todavía hoy se me ponen los vellos como escarpias cada vez que recuerdo aquellos momentos.
Por eso es normal que yo me aflija con las penas de mis amigos; penas y pérdidas.
Pero esta mañana todo cambió. No sé si por corazonadas, la esperanza, San Antonio, el de Padua, San Cucufato, o todos y todas al mismo tiempo, obraron el “milagro” de la aparición de la cartera. Todo en orden. Nadie dio explicaciones ni preguntó dónde, cómo ni porqué. Lo importante es que nuestro amigo, a pesar de su vehemencia, dejó de estar compungido, y por extensión, el resto del grupo de whatsapp también dejó de estarlo.
Yo, dormiré esta tarde una buena siesta después de no haber pegado ojo en toda la noche, aunque más feliz, ya que he descubierto el suave escribir de mi Hugo Boss, que no sé si os he dicho quién me lo regaló. Otro día os lo cuento.


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