miércoles, 23 de enero de 2013

HAZAÑAS BÉLICAS (II).


Catorce cero cero. Trifulca entre miembros de una misma pandilla:
Tú me hiciste; yo no fui.
Tengo testigos; estás mintiendo.
Tú siempre tienes que meter la pata; la culpa es de ustedes por no llamarme.
Yo te avisé; eres un mentiroso.
Pasamos de ti; ¿ah , sí?, pues esta tarde vengo con mis amigos de la calle los Soto y nos quedamos con el camión (se refería al camión abandonado, al igual que en la serie televisiva “Cuéntame”, que durante muchos años estuvo en las “casitas nuevas”, por debajo de la fonda de Isabel (abuela de nuestra Rosa) y antes de llegar al bar de Dorado).

Diecisiete cero cero. Tras la finalización de las clases de solfeo, los unos, de las clases de informática e inglés, los otros, y de las clases de natación en piscina cubierta, el resto (igual que hoy ……, y no nos deprimíamos ni nos traumatizábamos), la pandilla de la calle de los Soto, a cuya cabeza iba el que discutió con el resto de la pandilla de las casitas nuevas, toma posesión del tesoro. Piedras, guijarros y “chinos batines” siembran el suelo del camión, con el fin de ser utilizados como armas arrojadizas, caso que fuera necesario.

Diecisiete y quince. Fulanito, que normalmente disfruta del camión, observa desde su casa que su amigo de pandilla, lo ha cumplido, y su camión ha sido ocupado por miembros de otra pandilla. Corriendo, avisa a menganito y zutanito, también miembros de la misma pandilla. Y avisan a uno, a otro …. y así hasta igualar las fuerzas.

Diecisiete y treinta. Diálogo entre pandillas, en el camión. Unos arriba, los usurpadores, otros abajo, los que lo disfrutan a diario. Que sí, que no, que sí, que no, que sí, que no ….. una piedra que vuela. Comienza la batalla.
Fin de la batalla. Resultado incierto.

Al día siguiente, todos amigos, como si no hubiera pasado nada. Y volverán a sus clases de solfeo, los unos, a clase de informática e inglés, los otros, o a clases de natación en la piscina cubierta, el resto.

En honor de un gran amigo que lo fue.

Domingo.

martes, 22 de enero de 2013

NARANJA Y MÁS NARANJAS.


Si nos ponemos a hablar de naranjas “guachis” o "·navelinas", casi todos podríamos estar de acuerdo de que un zumo de tan preciado cítrico en el desayuno, nos sienta muy bien.

Si por el contrario, las naranjas que nos sirven, son de las llamadas en nuestra provincia, “cañadú” o "tonta", ya no estaríamos todos dispuestos a bebernos un zumo de esas naranjas tan insípidas.

Y si ya para rizar el rizo, las naranjas que nos viésemos obligados a comer fueran las llamadas “naranjas agrias”, mejor no hablar de ellas, porque, y en lo que a mí respecta, las utilizo tan solo, y no siempre, cuando me ponen por delante un plato de coliflores refritas. Aquí sí; aquí podría decirse que existe un estupendo maridaje entre la coliflor y la naranja agria.

No obstante, si a la naranja la convertimos en masculino y le añadimos un diminutivo, nos encontramos con el naranjito. ¿Recordáis al “naranjito”?. No me refiero al Pinto (personaje del pueblo de Bornos), sino a la mascota del mundial del 82.

Pero no. Como no fue de gratos recuerdos para nuestros colores, mejor lo rechazamos. Nos quedamos con la naranja. O quizás también con la media naranja.

Sí señoras y señores, ¿qué sería de nosotros sin nuestra media naranja?. Porque la verdad es que todos (o casi todos), somos medias naranjas, que buscamos nuestra otra mitad.
¡Qué lío!
¡La suerte que hay que tener para que cada uno de nosotros, que ha quedado claro que somos medias naranjas, encontremos a la otra media!
Porque, “un poné”. Uno es media naranja “cañadú”, y quiere encontrar su otra media naranja, pero que también sea “cañadú”. Pero como uno, no se la come entera, se embarca en eso que llamamos “matrimonio” o “pareja de hecho” o “arrejuntamiento”, sin saber que la media naranja que uno ha encontrado y elegido, sea “cañadú”, “guachi”, “agria” o “mandarina”.
Y lo mismo le ocurre a esa media naranja elegida, que a lo mejor es “clementina”, y nos ha elegido porque piensa que también somos “clementita”, sin saber que somos “cañadú”.
Al final, pasa lo que pasa, que cada media naranja, si no ha tenido la suerte de encontrar a la de su especie, se va cada una por su lado.
¡Qué lío!

Pero para naranja, la mecánica. ¿Recordáis aquella película de “la naranja mecánica"?, la adaptada por Stanley Kubrick.
Yo lo único que recuerdo de ella es que, a mediados de los 70, fuimos algunos de la pandilla al cine “Delicias” de Jerez. Decían que estaba bien, pero debo de reconocer que no guardo muy buenos recuerdos.

Ahora bien, también por aquella época había otra “naranja mecánica”; la de los Cruiff, Neeskens. Rep, Krol, Jansen o Resenbrink. Era una delicia verlos jugar al fútbol.


Pero para naranjas, los partidos que echábamos en la plaza de la iglesia del pueblo. No nos hacían falta balones, pelotas, ni esféricos como dirían los pibes argentinos. Para eso estaban aquellos árboles tan frondosos cargaditos de “esféricos”. Que se rompía uno, daba igual, al árbol por otro. Lo malo era cuando se oía la voz aquella de, “que viene Luca, que viene Luca”. A correr, dejando nuestro campo de fútbol todo sembrado de “esféricos” desinflados, mientras que el municipal gritaba “venípacá, venipacá”.

¡Vaya “pechá” de naranjas que te estoy dando, amigo Esteban!

Y hablando de naranjas, hay que ver lo buenas que están las naranjas de la Junta de lo Ríos y de toda la vega del Guadalete. Buenas, buenas, buenas.
También están muy buenas las de la Hacienda Nueva, las que están en la carretera Arcos-Bornos, junto a la “Pequeña Holanda”.

¿Holanda he dicho?

Ahora, ahora caigo. Lo que te quería decir hoy es que, con lo que a ti te gusta el fútbol, fue precisamente a Holanda, a Nederland, a los Paises Bajos, a los que llamaron en su día la NARANJA MECÁNICA, a los que le ganamos la final del campeonato del mundo en Sudáfrica. ¿Te acuerdas, amigo Esteban?

Un abrazo

Domingo

HAZAÑAS BÉLICAS (I)



Tenían cinco minutos para llegar a la cima; aquél que no llegase, era hombre muerto. Una vez arriba, tomaban posiciones, sin ser vistos desde el nacimiento, aprovisionándose de piedras y guijarros con el fin de intimidar a sus enemigos en su empeño futuro por conquistar la cima.
Ocupadas las posiciones, y antes que llegasen los atacantes a los inicios del escarpado, algunos de los defensores probaban la velocidad que tomaban sus armas arrojadizas, observando cómo éstas llegaban al mismo borde de la base de partida enemiga.
Y comenzaba el asalto.
Tan pronto como se iniciaba el ascenso por parte de los asaltantes, una lluvia de guijarros descendían pendiente abajo a una velocidad vertiginosa, como emulando la lluvia de flechas en las defensas de los castillos medievales.
El primer objetivo del bando atacante era conseguir alcanzar, hacia el ecuador de la inclinada pendiente, el escalón de casi un metro de altura que serviría de cobijo para guarecerse de los materiales arrojadizos.
Una vez alcanzado el mencionado escalón, cobijados y adhiriendo los traseros a sus paredes, los osados asaltantes enmudecían al oír el silbido de los guijarros por encima de sus testas.
Y ahora venía lo más difícil.
¿Quién asomaba la cabeza para dar la orden de proseguir el ataque, siempre que viese el momento en que ninguna nueva andanada de proyectiles rodantes mermara el ímpetu de sus compañeros de ataque?
Algunos, los más fríos y pacientes, aconsejaban esperar, a fin de que los defensores se quedasen sin provisiones arrojadizas. Otros, los más temerarios, jugándose el pellejo, acometían el envite final.
Unas veces se conseguía y otras veces no. Pero lo que sí siempre se conseguía, todos juntos, defensores y atacantes, era el remojo de los pies en la tajea del molino ancho.
Así era, señoras y señores; en eso consistían las luchas de la PIEDRA ROAERA.

Domingo.

domingo, 20 de enero de 2013

ARTÍCULO DE OPINIÓN.

Quizás por mi condición de bético de toda la vida (sin pretensiones racionales de ser campeón), o por mi alejamiento de todo lo que suponga figurar en primera fila de salida, o quizás por aversión o encono hacia los que prefieren sacar la cabeza sin mirar o tener en cuenta cuántos cadáveres tienen que dejar a su paso, es por lo que siempre he valorado el trabajo bien hecho, sin tener en cuenta quién lo ha hecho.

Y digo esto porque cada vez más con más asiduidad, observo cómo las personas nos dejamos llevar (y aunque no me gusta generalizar, voy a hacerlo en esta ocasión) más por el sujeto del hecho que por el hecho en sí, más por lo que piense la mayoría que por tener una idea propia sobre cualquier asunto, más por subirnos plácidamente en el barco del campeón que tener que coger los remos para abrir un camino, más porque nos pongan la comidita en el estómago (sin tener ni siquiera que masticar) que tener que evaluar y pensar por nosotros mismos qué y cuáles son los alimentos más propicios y beneficiosos para nuestro organismo.

Y asín nos va.

Para muestra, un tarro lleno de botones. Veamos algunos de ellos.

En la política. Da igual lo que haga mi partido o mi sindicato. ¿Yo me voy a molestar en poner en duda que lo que han decidido mis líderes políticos está mal? No; si lo han decidido ellos, debe de estar bien; defenderé sus acuerdos a capa y espada. Y es más, si en un primer momento veo que sus decisiones no me están favoreciendo, lo único que tengo que hacer es volverle a dar mi confianza, estando seguro que sus decisiones debieron de tener una explicación lógica y convincente. Y otra cosa, todo lo que digan o hagan los opositores a mis líderes políticos, está pero que muy mal; no me explico cómo tienen tan poca vergüenza de decir o hacer eso; son unos descerebrados.
.
En el fútbol. En cualquier reunión en la que nos hallemos nos vamos a encontrar con que a un diez por ciento no le gusta nada el fútbol, que un veinte por ciento del total es seguidor de equipos de "segunda línea", y que el setenta por ciento restante, o bien es simpatizante del Madrid o del Barça. Está claro que a la mayoría le gusta embarcar en el barco del campeón o del que tiene más posibilidades de serlo: de sufridores, nada de nada.
¿Yo voy a ser del Depor, del Valencia, del Málaga, del Betis o del Atleti? Para cuatro alegrones mal contados que me van a dar; ¡anda ya!; yo me apunto a uno de los dos grandes, y así en cualquier reunión que tenga, podré fardar de títulos y de jugadas de mis jugadores. Porque , si soy seguidor de uno de esos equipos de "segunda línea", sólo podré decir del pedazo de gol que metió uno de los jugadores de mi equipo: "¡qué pedazo de gol!: si ese mismo lo hubiese metido Messi o Cristiano, hubiera dado la vuelta al mundo".

Y a lo que iba, y por lo que iba.

Cada día me gustan más las coplas de carnaval, pero cada día me gusta menos el concurso de agrupaciones del Falla. Volvemos a lo que hablábamos. Da igual lo que se cante y cómo se cante en las tablas del Gran Teatro; lo único que importa es quién lo canta. Que canta el Selu, el Aragón, los Carapapas o el Love: "ufffff, qué maravilla", "que pasodoblón, pisha", "este año viene más fuerte todavía", "un pelotazo, colega, lo que yo te diga, un pelotazo", "qué bastinasso, pisha; lo ha bordao", "este año van de primer premio" ……..; y así mil y un comentarios, y todo ello, no sólo sin escuchar a la agrupación de sus amores, sino sin pararse siquiera en oír al resto de agrupaciones.
Al resto de agrupaciones, las de"segunda fila", sólo les queda el que digan de ellas, comentarios como: "muy trabajada, muy trabajada", "tienen golpes buenos" o "si sigue así, llegan algún día".
http://www.youtube.com/watch?v=g3DpRlCJANk

Pero da igual, la vida sigue, y el año viene seguirá habiendo carnaval, final de la Champion League o Presupuestos del Estado. Y nosotros, nos seguiremos dejando llevar por lo que diga o haga el equipo, el partido o la comparsa de nuestros amores: el resto, como nos cuesta trabajo pensar, no existen.

Asín nos luce el pelo.

Domingo
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