sábado, 31 de marzo de 2012

LA CARPETA VERDE

No os cuento nada nuevo si os digo que me encanta leer, aunque a decir verdad, me gusta mucho más sentarme delante de mi libreta y, con mi Pilot azul, pintarrajearla con letras y palabras que me hagan encontrar momentos de paz.
Y digo esto, hablando de mi gusto por la lectura, porque precisamente ayer, a la salida de mi visita al Oratorio de San Felipe Neri, tras esperar paciente e impertérrito la larga cola de un numeroso grupo de alumnos y alumnas de un colegio de Barbate, me encontré una carpeta de color verde, con una pegatina que hacía alusión a la huelga general del pasado día veintinueve. Tras preguntar a todos los que merodeaban por allí, incluidos bedeles y limpiadoras (Pepis de Cádiz), si dicha carpeta era suya, encontrando un repetido “no” por respuesta, decidí entregarla al primer policía local que me encontrase camino de la parada del autobús.
Paso tras paso camino del autobús, deleitándome con los balcones y fachadas de las calles gaditanas, y sin encontrarme con ningún agente de la autoridad, fue creciendo en mi interior cierto interés por el contenido de la extraviada carpeta verde, estando tentado en alguna que otra ocasión en, después de quitarle los dos elásticos a rayas azul y blanco, abrirla de par en par, y ver de una puñetera (perdón) vez el contenido de la dichosa carpetita. ¿Qué podrá haber en su interior?, me preguntaba una y otra vez.
Mi curiosidad iba en aumento, y más que curiosidad, sentía que se estaba adueñando de mí un sentimiento de intriga, o como dicen en mi pueblo, “el pazanteo no me dejaba vivir”.
Fue a la entrada de la plaza Mina cuando ya no pude resistirme más, y tras sentarme en uno de los bancos que salpican el perímetro de la mencionada plaza, de cara a la librería Manuel de Falla, en la que observaba muy orgulloso un ejemplar de mi primer libro “Tierra de deslealtades”, hice airear el interior de la carpeta tras liberarla de sus ataduras azul y blanca.
Y cuál fue mi sorpresa cuando en su interior me encontré un pequeño taco de folios en blanco que cubrían un sobre de medio tamaño, también blanco, pero que a diferencia de los folios, se encontraba escrito con letra muy pequeña tanto por delante como por detrás. No pude resistirme y, tras encender un cigarro, me enfrasqué con la lectura del contenido del tan bien custodiado sobre.
Tengo que decir que en un principio tuve la intención de desistir en mi lectura, pero, pensando en su autor y en el momento, o los momentos, tan delicados y engorrosos que le llevaron a escribir lo que poco a poco a mí me estaba cautivando, decidí devorar todo su contenido.
El contenido del sobre decía lo siguiente:
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“Después de que mi vida hubiera sido un continuo ir de aquí para allá, encontrándome en todos los fregados posibles, y rayando a veces, cuando no sobrepasando, la vida de crápula, tras encontrar la que creía, y creo, la mujer con la que deseaba pasar el resto de mi vida, todo ello después de algo más de dos años de relación, me vuelvo a encontrar nuevamente en la encrucijada, o mejor dicho, con la empanada mental que siempre ha sido mi compañera de viaje.
Mi chica, perseverando como la que más, aunque sin resultar en ningún momento empalagosa, todo hay que decirlo, porque si así lo hubiese sido os aseguro que no hubiera llegado a este momento, persiguió en todo momento el presentarme a sus padres, técnicos asesores de la Junta de Andalucía.
Tengo que admitir que esa idea suya de abrir mi círculo de amistades, no me cautivó ni me sedujo nunca lo más mínimo, aunque también he de reconocer que a nuestros treinta y tantos largos, era una posibilidad que entraba dentro de la normalidad. Aun así, le fui dando larga, sin demostrarle en ningún momento mi negativa, buscando e inventando acontecimientos varios que me impidieran su tan anhelado encuentro.
Pero va el cántaro a la fuente hasta que se rompe, y aprovechando la celebración de las bodas de oro de sus padres (ufff, cincuenta años juntos), y no encontrando ya ninguna vía de escape, accedí a sus pretensiones de que nos diese a conocer; y no solo a sus padres, sino también a todo su enjambre familiar.
El evento a celebrar, además de festejar las bodas de oro del matrimonio, serviría para presentar al novio de la niña (única hija). Ufff, qué grande me suena la palabra “novio”.
He de reconocer que las dos semanas que transcurrieron entre el sábado (ya de madrugada, después de fumarnos un cigarro) en el que accedí a su petición y el sábado en el que se celebró el acontecimiento familiar, se me hicieron eternas, ocurriéndoseme durante ese tiempo, mil y un achaque para justificar mi ausencia sin ser tachado de “malage”. Pero no, no lo hice, y principalmente no lo hice porque ella, mi chica, no se lo merece. Ella es un sol.
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El evento se celebró, después de pasar por el altar, siendo mi chica la madrina, en el chalet que tiene el matrimonio a unos kilómetros de la ciudad donde residimos.
Yo, aunque no accedí a emperejilarme con corbata o palomita, como quizás hubiese merecido la ocasión, me compré un equipito, todo de primeras marcas, con el que pensé que no desentonaría. Y no lo hice, os lo aseguro. Además, como no sabía que regalarles, opté por llevar un par de botellas de vino, concretamente un Matarromera reserva del 96, siendo desde el preciso momento en el que el padre de mi chica me vio aparecer con ellas, el centro de las atenciones del septuagésimo señor. He de reconocer, aunque en la celebración no llegué en ningún momento a reconocerlo, que sabía de los finos y sibaritas gustos del caballero, dando en la tecla al traer un Ribera del Duero.
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Aunque durante la estancia en la iglesia me pude escapar de las presentaciones, principalmente por encontrarse mi chica en el altar junto a sus padres, una vez en el chalet, todo fueron apretones de manos y besos en las mejillas. Te presento a mi tía Conchi y a su marido Fausto; mi tío Jacinto y su esposa Esperanza; mi prima Julia y su marido Juanjo. Así unos tras otros de sus familiares. Yo pensé que el capítulo de las presentaciones nunca terminaría, planeando en más de una ocasión el salir por piernas, abandonando aquel aluvión de saludos hipócritas y sonrisas forzadas. Y fue entonces cuando le tocó el turno a ella. El animal más salvaje nunca contemplado por mis ojos se encontraba a menos de un metro de mí, acercándose a mi cara para estamparm un par de besos.

- Mira, cariño –dijo mi chica-, te presento a la más “guay” de mis tías; mi tía Lupe.
- Encantado, señora; es un placer el conocerla. Entiendo que es usted la tía más joven de todas –osé agasajarla de esa manera-.

No me lo podía creer; tenía delante de mis ojos al estilo hecho persona, a la sensualidad personificada, a la belleza hecha carne; tenía delante de mis ojos a la mujer perfecta. Ojos grandes rasgados, pómulos pronunciados, labios carnosos, boca grande y perfecta que encerraba una dentadura que ni esculpida por el mismísimo Miguel Angel Buonarotti, sonrisa seductora, cuello estilizado, senos impresionantes que se hacían más llamativos al lucir un atrevido escote, cintura y caderas según los cánones establecidos para obtener la máxima puntuación en cualquier concurso de belleza femenina. ¿Y las piernas? Mejor me callo. Solo decir que, a mí, que me falta un solo centímetro para alcanzar el uno ochenta, me subía casi cinco dedos, si bien es verdad que su altura se veía reforzada por un pronunciado tacón.

- Pues te equivocas en todo, guapo. Primero decirte que si no te importa, no me ustees, ya que haces que me sienta mayor de lo que soy; con mis cuarenta y cinco ya tengo bastante. Segundo, no soy señora, soy señorita; estuve casada durante catorce años, pero bendito sea el momento que decidí rencontrarme con la libertad. Y tercero, no soy la menor de las tías de tu chica, todo lo contrario; de las tías maternas, soy la mayor.
- Pues bien hemos empezado –dije yo todo acalorado, mientras que los ojos de la tía de mi chica lograban hacer dos muecas en los míos-.
- Me vais a perdonar, pero voy a echarle un cable a mis padres; los veo atareados. Ahora vengo cariño –me dijo, dándome un piquito-.
Nunca debió dejarnos solos. Tras invitarme a alejarnos un poco del griterío de los niños, comenzó a hablarme de su vida, del calvario de su matrimonio, de lo sola que se encontraba en aquella casa de tres plantas, y de la situación económica tan desahogada en la que la había dejado su ex. Todo lo hablaba ella. Yo, por mi parte, solo alcanzaba a pensar que lo que estaba viviendo no podía ser cierto. Solo eso.

- Igual te estoy dando la tabarra. Perdona si es así.
- Para nada, para nada Lupe; todo lo contrario; eres muy agradable.
- Comprendo que no te sientas cómodo y relajado en este momento, pero, si lo deseas, te invito a tomar café un día en mi casa, y así nos conocemos mejor.
- Me encantaría.
- Pues toma –sacando de su bolso, a juego con su top, una tarjeta-, aquí tienes mi dirección y mi teléfono. Cuando quieras me llamas y hablamos más relajados, pero mejor que no le comentes nada a mi sobrina, ¿Ok?
- Ok –le dije todo nervioso, quedándome petrificado mientras la observaba como se alejaba de mí, exhibiendo su modelado trasero, súper entallado en una minúscula falda sin marca alguna que delatara la existencia de braguitas.

¿Por qué a mí? ¿Y por qué ahora? ¿Por qué en el momento en el que pensaba que mi vida estaba estabilizada tiene que aparecer en mi vida esta mujer, haciendo renacer mi yo más depravado?
Está claro que no cambiaré nunca, porque lo que tengo claro es que pase lo que pase, haré todo posible para que la tía de mi chica, se sienta dichosa con mi visita”,
Anónimo
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Y éste fue el relato que encontré escrito en el sobre blanco, en el interior de la carpeta verde. Os digo que no llegué a entregarla a ningún policía local, pero lo que sí he hecho, es imaginarme, no por nada, sino por saber como pudiera ser, a la tía Lupe de la chica del autor del relato que habéis leído.
Domingo
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miércoles, 21 de marzo de 2012

VIVA LA PEPA

Son muchas las voces que se han levantado en Cádiz, protestando, y algunas con toda la razón del mundo, de que en la multitud de eventos y fastos que se han celebrado este pasado fin de semana en la Tacita de Plata con lo del bicentenario de la Pepa, no se ha contado como debiera haberse contado, con el pueblo. Efectivamente, yo particularmente le doy la razón a esas voces, ya que in situ, he comprobado que, a pesar que las calles gaditanas respiraban un aire “festivoconstitucional”, con una participación ciudadana que ha sobrepasado todas las expectativas, en aquellos actos que más entroncados han estado con el hecho en sí del bicentenario, se le ha dado la espalda al pueblo.
Bien por aforo, bien por seguridad, en esos actos a los que me refiero, todos los invitados han sido a dedo, y si no tenías tal “carguito” o eras amigo del que conformaba las listas, te veías apeado de asistir en directo.
No obstante, y aquí tengo que romper una lanza por el ayuntamiento de Cádiz, en el acto supremo de todos los actos que se han celebrado, y todo ello, tras una larga lucha dialéctica con el gobierno autonómico primero, y el central después, se ha contado con uno de los pilares más importantes de la sociedad gaditana, y sin el cual, ninguno de esos actos de “pitiminí” se hubieran podido celebrar.
Sí señoras y señores, contra viento y marea, y como bien se refleja en la fotografía que acompaño a este artículo, el ayuntamiento gaditano le dio su sitio a quien se lo merece.
Juzguen ustedes después de ver la fotografía que acompaño a este artículo, si llevo razón o no la llevo.
VIVA EL AYUNTAMIENTO GADITANO


Domingo

martes, 20 de marzo de 2012

BORNOS EN LA HISTORIA X.

Y seguimos con el siglo XIX, mi querido y añorado siglo XIX. Y de nuevo sale a la palestra, la figura que por aquel tiempo, fue al mismo tiempo tan idolatrado como repudiado, tan aclamado como rechazado, tan deseado como odiado. Estaba claro que los idólatras, aclamadores y deseosos, o los repudiadotes, los que le rechazaban y los que le odiaban, eran partidarios de las viejas y manidas costumbres los primeros, y amantes de nuevas ideas y cambios en la sociedad los segundos.
Como la mayoría de vosotros habréis adivinado, me estoy refiriendo a la figura del monarca Fernando VII. Ese mismo. El responsable directo de que perdiésemos, y no por la vía del entendimiento, la mayor parte de nuestras provincias de ultramar; el responsable de que en la mayor parte del siglo XIX, nuestra España tuviese que padecer enfrentamientos fraticidas y alguna que otra asonada militar; el responsable de que los pasos fronterizos de los Pirineos, se cerrasen a las nuevas ideas de libertad que campaban por gran parte de Europa, y que al fin y a la postre lo único que aportaran a los países que le dieron asilo, fue prosperidad para esas naciones y libertad y algo más de bienestar a sus habitantes.
Pero no, aquí, el Borbón se empestilló en echar candados y en asegurarse de que su política de oscurantismo tuviese continuidad, perpetuando la corona en su hija Isabel, tras derogar la Ley Sálica con su Pragmática Sanción. Y eso que tuvo la oportunidad. No ya aceptando como sucesor al antiliberal de su hermano Carlos María Isidro, sino que la dinastía Borbónica recayese en su hijo, bastardo, pero hijo suyo al fin y al cabo, y que, junto a su hermana Juana, fue fruto de largas y continuadas noches de apasionado y desenfrenado amor con una bella morena, miembro del servicio de su casa real.
Nada de lo último escrito y lo que viene a continuación, lo encontraréis dentro de los manuales de historia de España, ya que historiadores de los anteriores regímenes habidos en nuestro solar patrio, se encargaron muy bien de que fuesen destruidas cualquier prueba documental que probasen los hechos que realmente acaecieron.
Y otra vez el pueblo de Bornos pudo haber jugado un papel importantísimo en la historia de España. Y os cuento.
Durante la estancia del rey Fernando en el Puerto de Santa María y en la provincia de Cádiz, su majestad el Borbón, se prendó perdidamente de una bella señorita, morena, de grandes ojos del color de la coca-cola, de una sonrisa seductora, de un cuerpo que ni tallado por el mismísimo Miguel Ángel, y de un gracejo especial que le hacía diferente al resto de las mujeres conocidas anteriormente por el monarca.
Y vosotros diréis, ¿qué tiene que ver todo esto con Bornos? Efectivamente, esa mujer de ojos “acocacolados”, era de la villa de Bornos.
Su padre, un zapatero bornicho de ideas liberales y afrancesadas, entró al servicio de un general napoleónico cuando la ocupación francesa a principios del siglo, siguiéndole durante el sitio de la ciudad de Cádiz. Ya por entonces, a sus catorce años, Isabel, que así se llamaba la futura amante del rey Fernando, llamaba la atención de todos los oficiales franceses, siendo más de uno los que la anduvieron rondando, teniendo que decir que ninguno de ellos logró lo que perseguía.
Tras la retirada del ejército napoleónico, el señor zapatero y su familia se asentaron en el Puerto de Santa María, aunque como buen bornicho tenía en mente volver a sus raíces.
Pues bien, estando en el Puerto, fue cuando, tras un duro “casting”, la bella Isabel entró a formar parte del servicio real. Muy pronto, nada más que la vio el monarca, se convirtió en su favorita, no habiendo noche, salvo que el señor monarca tuviese que cumplir con otros menesteres, entre los que se encontraban sus obligaciones con la reina, que no la pasasen juntos en el lecho adintelado de su majestad el rey.
Frutos de esas noches apasionadas, nacieron dos criaturas, Fernando (por su padre, el rey) y Juana.

Ni que decir tiene que la bella Isabel fue la responsable, mientras que duraron sus relaciones, de muchas de las decisiones políticas del monarca, coincidiendo la mayoría de ellas con resoluciones reales de marcado corte aperturista. Estaba claro que el señor zapatero supo transmitir a su hija sus ideas frescas y antiabsolutistas. Por poner un ejemplo, y barriendo para casa, la villa de Bornos fue incluida en el listado en el que se convocaban plazas de médico para balnearios (por Decreto de 1816), y todo ello aprovechando nuestras aguas sulfurosas y medicinales. Esta provisión de un médico, era tan solo una ínfima parte del proyecto que para Bornos estaba aprobado, y que consistía en la construcción de un majestuoso balneario que fuese la envidia de todos los existentes en España.
El proyecto no se llevó a cabo por dos motivos: por el pronunciamiento de Riego, que hizo que durante tres años se paralizasen todas las decisiones reales, y por las pesquisas que llevaron a cabo tras la caída del gobierno constitucional, los partidarios del rey, persiguiendo a todo lo que oliese a liberal, y de las que el zapatero bornicho fue declarado culpable de tomar parte activamente en la preparación del golpe de Riego. Aunque no fue ejecutado, gracias a las influencias que su hija ejercía en el monarca, las relaciones amorosas entre el rey Fernando e Isabel no volvieron a ser las que fueron, enfriándose y llegando incluso a desaparecer.
Aun así, en sus últimos años de vida, y todo por la pasión que sentía por la bornicha, y en su honor, se atrevió a bautizar a su hija, futura reina de España, con el nombre de Isabel.
Domingo

lunes, 12 de marzo de 2012

DARWIN Y LA EVOLUCIÓN HUMANA

Subido en la máquina del tiempo, me veo transportado al año 2810, o al 2746, o incluso más cercano a nuestros tiempos todavía, al 2489.
Y hago este viaje en el tiempo después de haber oído una canción del grupo mexicano Maná, concretamente la canción titulada “labios compartidos” (quien no la conozca, que lo haga, por favor). En ella, el machote latino, se resiste a perder la posesión de la mujer que ama; se opone a compartir el cuerpo que tanto desea; se niega a repartir sus mejores momentos con otros; e incluso, admitiendo su debilidad ante su amada, rehúye de toda idea que huela a distribución de la propiedad.
Os imagináis los que pensarán los habitantes de 2810, o los del 2746, o incluso más cercano a nuestros tiempos todavía, los del 2489, cuando lean la mencionada canción de Maná. Se reirán de nosotros, nos injuriarán, nos ridiculizarán al comentar nuestros actuales comportamientos.
En una sociedad, la del 2810 ( ……….), donde el amor será libre, donde la igualdad de todos/as será incuestionable, donde no existirá la palabra “justicia”, ya que la persona y sus comportamientos serán de por sí “justos”, donde la palabra posesión no existirá; donde no existirán familias, ni padres, ni madres, ni hijas ni hijos, ni Rajoys ni Zapateros. Donde ya no existirán los apellidos, ni los nombres. Donde, conseguido ya todo por el ser humano, nadie nos tendrá que decir lo que tenemos que hacer, campando a nuestras anchas sin hacer mal a nadie. Donde se nos conocerán por un número, por un conjunto de letras o por un símbolo. Donde, tendrán conversaciones como ésta:
- 42567: Qué ridículos eran hace ocho siglos.
- 42832: más que ridículos, yo diría que eran atrasados mentales.
- 42567: En que cabeza cabe que los pechos de 45871 iban a ser tan solo para mí; o que el pene de 42111 no iba a ser disfrutado por mi rajita.
- 47772: jajajajaja; mirad lo que dice este verso: “yo no puedo compartir tus labios”; jajajajaja. Será gilipollas un tío.
- 42832: está claro que el ser humano es pura evolución.
- 47772: de acuerdo en lo referente a evolución del ser humano, pero no creo yo que el que escribió esta canción estuviera en la misma cadena genética que nosotros. Mira, mira lo que dice aquí: “Te amo con toda mi fe sin medida...”
- 42567: está claro que hay gente pa tó.

Por todo eso, por lo que estamos consiguiendo hoy, en 2012, y como vamos por tan buen camino, tengo ganas ya que llegue el 2810, o el 2746, o incluso más cercano a nuestros tiempos todavía, el 2489.
Domingo

sábado, 10 de marzo de 2012

BORNOS EN LA HISTORIA (IX).

Hay siglo XIX, siglo XIX; mi querido y añorado siglo XIX. Hasta entonces, y desde la toma del reino de Granada a manos de los Reyes Católicos, todo habían sido guerras, alianzas, entradas a raudales de dinero, gastos por encima de las posibilidades y vasallaje camuflado.
Pero el siglo XIX amaneció con los nuevos aires nacidos de la revolución francesa. Aires de libertad, de igualdad, de romper con esa realidad impuesta por las clases poderosas, incluida la iglesia. Aires de enseñanza, de cultura, de saber, de poder participar en el presente y futuro de nuestro pueblo.
Y tuvieron la suerte en la ciudad de Cádiz (a mi modesto entender, por ubicación geográfica y no porque Cádiz fuese manantial de libertades), de construir la estación donde pararía el primer tren de las libertades en la historia de España, y todo ello mientras en muchos pueblos de la provincia se combatía al invasor francés. Mencionar localidades como Algodonales, Grazalema, Alcalá de los Gazules o Bornos, donde los lugareños soportaron como pudieron con su sangre, la incapacidad gabacha por conseguir la plaza de Cádiz. Por eso, y perdonarme que haga un inciso, me chirrían todos los fastos, celebraciones y halagos que se está llevando la ciudad de Cádiz con lo del bicentenario, ciudad ésta en la que con toda seguridad no se hubiera podido aprobar nuestro primer texto constitucional a no ser que en la campiña y en la sierra gaditana no se hubiera estado instigando a las tropas francesas; pero así es la vida.
Y volviendo al tren de las libertades, aquél que por primera vez pasó por Cádiz, y que tras atiborrarse de ilusiones con las ventanas abiertas para el paso de nuevos aires, fuese desalojado por el que para mí ha sido el peor monarca que hemos tenido, y me refiero a Fernando VII, observamos que gozamos en la provincia de una nueva oportunidad. Ese mismo tren, el de las libertades, el que pocos años antes tuvo que irse sin pasajeros, vuelve a parar nuevamente en la provincia, construyendo en esta ocasión dos estaciones: una en Cádiz, en la casa de los hermanos Isturiz (actualmente ocupada por el Casino Gaditano, y en el que realicé una de las presentaciones de mi primer libro), y la otra en nuestro pueblo, en nuestro pueblo de Bornos.
Seguramente, mientras en esa casa de los Isturiz, sita en la plaza de San Antonio de Cádiz, los masones y liberales, entre los que se encontraban Mendizábal y Alcalá Galiano entre otros, preparaban el golpe militar que intentaría que el tren de las libertades enlazase con el cordón umbilical europeo, en Bornos, el maquinista de dicho tren, el entonces teniente Coronel Riego, estaría deleitándose con nuestras aguas, con nuestros olores, con nuestras panorámicas. Me imagino al ilustre ferroviario paseando por los jardines de nuestro castillo palacio en aquellos días de diciembre, o subiendo a la piedra rodadera y desde allí, deleitarse con el serpenteo del Guadalete y con la silueta de la sierra gaditana asemejándose a la de una mujer tendida; me lo imagino paseando por aquellas huertas y quedándose extasiado con las explicaciones que nuestros ancestros le darían sobre el fruto de los damascos, árboles que por entonces el eminente ferroviario sólo disfrutaría en sus primera flores. Incluso me imagino el mar de dudas que pasaría por su cabeza, cuando los ya mencionados Mendizábal y Alcalá Galiano, le comunicaron que era el momento propicio para la algarada militar y para que el tan anhelado tren comenzase a hacer chu chu chu. Seguramente, las primeras palabras de Riego fuesen las siguientes: “por favor, señores, dejadme un ratito más aquí”.

Domingo

NATIONAL GEOGRAPHIC

Me llamó el pasado sábado un amigo para pasarnos por el centro de Cádiz, concretamente por los callejones y el Barrio de la Viña, con el fin de asistir al Carnaval Chiquito o de los Jartibles, como popularmente se conoce. La verdad era que no tenía ganas y ya estaba harto de kevincosnear, que es lo que he hecho en el carnaval de este año con mi hija de trece.
Así que decidí quedarme en casa viendo un programa de la National Geographic (todavía se queda bien, diciendo que uno ve esos tipos de programas) en el que un león herido del Serenguety era atacado por una jauría de hienas.
Después de recostarme en mi butacón, abrí, al igual que mi señora, una bolsa de pipas G, y comencé a deleitarme con ellas. Nervioso. El joio león cojo me tenía nervioso. Las sonrientes hienas no paraban de darle por c… al rey de la selva. Vaya rey. Y cada vez había más hienas. Y los buitres pululaban, festejando lo que se le venía encima. Y el león cada vez más cojo. ¡Vaya Rey!. Y que nadie le ayudaba. Coño (perdón), decía yo, que le ayuden los cámaras y que le curen esa pata. Y nada. Las hienas dando por culo….; un bocaito por aquí, un bocaito por allá; “bocaito, bocaito, bocaito, hay bocaito” (Bienvenido).
Toma, me dijo mi mujer, el escudo del Sevilla, refiriéndose a la pegatina que le había salido en la bolsa de pipas.
Como buen bético que soy, le contesté:
- Coño (perdón), te podía haber salido otro. Ya me diste la noche. Seguro que se cargan al león, ya verás.

Inmediatamente, más nervioso aun , con el fin de salvar la noche, comencé a rebuscar en mi bolsa de pipas G, a ver si me salía la pegatina del Betis.
No me lo podía creer lo que veían mis ojos: dentro de la bolsa de pipas había una pegatina de bornichos por el mundo. Increíble.

Y como por ensalmo, al mismo tiempo que se me iluminaba la cara al ver la pegatina bornicha, observé de soslayo como el león, tras un potente rugido, que hizo que se sobresaltase mi mujer, asió entre sus dientes a una de las hienas, la más grande, la que más por c… estaba dando, y comenzó a girar sobre sus patas traseras como si de una reolina se tratase sin soltar a la herida hiena, que ya no reías, hasta que la soltó sobre un grupo de cuatro hembras hambrientas. El impacto fue tal que tres de ellas veían como se le fracturaban sus patas delanteras y, la cuarta, quedaba inconsciente al impactar la cabeza de su compañera arrojada, contra la suya.
A mi me faltaban ojos. No sabía si mirar mi mano derecha, donde lucía esplendorosa la pegatina de bornichos por el mundo, o ver como el renacido Rey volvía al ataque y lograba que las ya no sonrientes hienas huyeran en desbandada.

Venció el león, y la noche, pese a la dichosa pegatina del equipo de fútbol que le salió a mi mujer en la bolsa de pipas, fue completa.

miércoles, 7 de marzo de 2012

MUJERES VALIENTES.

Tras leer la prensa esta mañana, entre ERES, financiaciones autonómicas, ajustes presupuestarios y la final de la copa del Rey de fútbol, me llamó la atención la noticia que aparecía en la revista norteamericana “Newsweek”, en la que se anunciaba la lista de mujeres más valientes del mundo.
Sí señoras y señores, las más valientes del mundo (¡más todavía!, me dije yo). Y entre todas estas heroínas, intrépidas y valerosas mujeres, no se encontraban Agustina de Aragón, la Dama de Elche o la Lola se va pa los puertos; ni siquiera la Belén Esteban se encontraba en el mencionado listado de mujeres valerosas y valientes (más todavía; uffff).
Entre ese cúmulo de chispa, arrojo, intrepidez, bravura, y un sinfín de calificativos, nos encontramos a tres grandes mujeres (bueno, una de ellas no llega a la media, aunque reconcentrada) que con su buen hacer, han merecido por méritos propios su catalogación como “VALIENTES DE ESPAÑA”. Y estas tres mujeres son Edurne Pasabán (la montañista), Pilar Manjón (la presidenta de la Asociación 11-M) y Soraya Sáenz de Santamaría (una chica que de un tiempo acá, no deja de salir a diario en los informativos).
Tras leer la noticia, no hice sino alegrarme. Y alegrarme porque, ¿saben ustedes las repercusiones que puede tener este anuncio, no sólo en nuestra maltrecha economía, sino en la economía mundial? ¿Pensáis que tras esta noticia, los especuladores van a atreverse con nuestra economía? ¿Sabéis que tras este comunicado, nuestra bolsa no volverá a tener un descenso tan brusco como el que tuvo ayer martes?
Y así será. Tres mujeres valientes, intrépidas y valerosas, sacarán a España del pozo en el que estamos hundidos.
Y yo me pregunto, ¿Por qué la revista “Newsweek” no publicaría esta lista hace tres o cuatro años, antes de la crisis, cuando, y me consta, estas tres mujeres ya habían demostrado de sobra su valentía.
Domingo

sábado, 3 de marzo de 2012

BORNOS EN LA HISTORIA (VIII)

La segunda entrada de “Bornos en la Historia” (9-11-2011) nos hablaba de la diáspora de un grupo de familia de la civilización conocida como del “Bujerilius”, por distintos puntos de la geografía europea y española. La mayor parte de este grupo de emigrantes, como ya contamos, se asentó en la zona conocida como la Sancelonense (de Sant Celoni), echando raíces en la zona.


Unos veinte siglos más tardes, allá a principios del siglo XVII, durante el reinado de Felipe IV (1621-1665), nuestra España, a pesar de su gran poder territorial, estaba inmersa en un sinfín de problemas bélicos, tanto internos como externos.
Uno de los frentes que el monarca tenía abierto, y en especial sus validos, el Duque de Lerma (responsable de la expulsión de los moriscos) y el Conde Duque de Olivares, era con la Generalidad catalana. Los catalanes no estaban por la labor de pagar impuestos para sufragar las campañas bélicas del monarca. Y en este clima de desacuerdo hacia el poder central, surgió el problema del bandolerismo.
Es por entonces cuando surge la figura de Joan Salas i Ferrer, bandolero conocido con el nombre de Serrallonga. Nacido en Viladrau, organizó una partida de bandoleros que actuó principalmente por la Sierra de las Guillerías, aunque parece ser que su triángulo de actuaciones contra el poder nobiliario se expandía entre las localidades de Viladrau, Sant Hilari Sacalm y Sant Celoni. Junto a sus compañeros de partida Tallaferro, Petit Comí, Xafarroques o El Fadri de Sau, entre otros, actuó como un Robin Hood, robando a los ricos para ayudar a los más necesitados.
No hay constancia escrita, aunque sí nos han llegados noticias que han pasado de padres a hijos, de que descendientes de aquellas familias que veinte siglos antes habían emigrado desde el “Bujerilius” , formaron parte de la famosa partida de Serrallonga. Y es más, hay constancia que parientes de esos emigrantes bujerilianos, viajaron desde la villa gaditana de Bornnes, con su espíritu emprendedor y de búsqueda de aventuras característico de los habitantes de esa villa, a formar parte de la mencionada partida de bandoleros.
También se cree que fue uno de esos tardo emigrantes, el que acabó con la vida de Xafarroques, lugarteniente de Serrallonga, quien, hecho preso, delató a su jefe y a todos los integrantes de la partida.

Dedicado a los bornichos que un día tuvieron que abandonar nuestra tierra, porque allá donde están, siguen formando parte de la historia de Bornos.

Domingo
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