De
nada sirvieron los baños de ducha fría ni los repetidos no podemos
este fin de semana; de nada sirvieron las sesiones de meditación
recomendadas por la mujer de un buen amigo suyo ni las continuas
visitas a su psicóloga; nada ni nadie sirvieron de ayuda para que la
palabra olvido jugase a sus anchas en su pensamiento.
Todo
comenzó en su interior, en su mente, en su corazón, el mismo día
que la vio por primera vez, toda vestida de blanco, por aquel pasillo
de más de tres metros de anchura, acercándose en su dirección con
un gracejo y unos andares sensuales hasta ahora desconocidos para él.
Aun hoy, después de no se sabe cuántas vueltas en la cama sin poder
conciliar el sueño, las correspondientes a varios años, no ha
logrado olvidar ese primer encuentro fortuito.
Atrás
quedaron infinidad de deseos, varias coca cola sin tomar, multitud de
minutos pegados al auricular y alguna que otra salida en pareja,
hechos todos juntos ellos que lo único que ayudaban es a que su
único pensamiento siguiese perviviendo.