sábado, 20 de septiembre de 2014

Una historia de un amante de la Historia.

Me decía un buen amigo mío que “se puede tergiversar la historia, pero no la Historia”. Y vaya verdad que me dijo; para mí, tan verdad como la misma Historia. Pero no esa historia que a lo largo de nuestra Historia nos han querido, y nos siguen queriendo hacer ver como única y verdadera.
La Historia no tiene color, ni tendencias, ni intereses, ni pertenecen a éste o aquél partido o régimen; para nada, porque si así fuera, el hombre, que en muchas ocasiones, más de lo que debiese, es imbécil y olvidadizo, se vería abocado a ser un ínfimo miembro más de la “manada” deseada por aquéllos que nos hacen llegar su versión histórica de la auténtica Historia, vendiéndola como tal.
Y yo que pensaba, ciñéndome exclusivamente a nuestra “inquebrantable” España, que esas prácticas amantes de versionar la Historia eran monopolio de nuestra etapa pre democrática, estaba pero que muy equivocado. Y yo que en mi etapa pre universitaria abracé los libros en los que El Cid Campeador era el máximo exponente de la lucha contra las hordas mahometanas, o en los que nuestro gran monarca Fernando VII fue el artífice de la expulsión de los gabachos. Y yo podría seguir enumerando un hecho histórico tras otro que en su tiempo nos presentaron como la verdadera Historia; pero nada más lejos.

¡Vaya historia que abrazamos por entonces!

Porque está claro que la Historia es, y no se hace. Aunque somos herederos de nuestra Historia, nadie tiene el derecho de interpretarla, y mucho menos hacer una interpretación en pos de unos intereses partidistas. Interpretar la Historia es presentar una historia que no coincide con la Historia.

Y es precisamente eso lo que se han encargado de hacer los gerifaltes catalanes al señalar, en su día, a la DIADA, como base de partida de la independencia de Cataluña, estableciéndolo como fiesta nacional de Cataluña. Ellos, interpretaron y siguen interpretando que el asalto de la ciudad de Barcelona el 11 de septiembre de 1714 por parte del duque de Berwick, supuso el fin de Estado catalán. En efecto, así fue, pero olvidan que la Historia nos muestra y demuestra otras realidades que ellos olvidaron y siguen olvidando, y que al olvidarlas, quitan legitimidad a su historia particular, y lo que es más importante, deslegitiman el objetivo que buscan con su interpretación particular de la verdadera Historia.
Olvidan que la toma de Barcelona por parte del Duque de Berwick en 1714 hay que entenderlo como un suceso más de la guerra civil que vivió España, y así lo dice la Historia, en los primeros lustros del siglo XVIII.
Olvidan que en la Barcelona que fue tomada por el duque de Berwick el 11 de septiembre de 1714, había partidarios, y no pocos, de la figura del rey Borbón.
Olvidan que fueron muchas las ciudades y regiones españolas que, al igual que Barcelona, eran partidarias del archiduque Carlos de Austria como rey de España, oponiéndose a Felipe de Anjou. En este sentido, serían muchas las ciudades y regiones españolas las que podrían hacer su historia particular de la Historia. O lo que es lo mismo, podría haber una diada en Valencia, o en Gandía, o en Játiva, o incluso en Mallorca, por no extendernos mucho a la hora de enumerar las regiones y ciudades afines a la causa austracista.

Señores “Diaderos”, hagámosle un favor a la Historia aceptándola tal y como fue, no interpretándola a nuestro antojo. Porque como vosotros, son muchas las regiones y ciudades de esta España inquebrantable las que podrían hacer su interpretación particular de nuestra Historia y poner en jaque la españolidad de España.

Así, qué pasaría si algún iluminado gerifalte del Principado exigiese la asturianización de España. ¿Por qué? Simplemente por considerarse el germen y principal baluarte del futuro estado español, al frenar la expansión musulmana, comenzando así la reconquista.

O qué pasaría si en la Tacita de Plata tomase notoriedad la idea de pedir la gaditanización, también de España. ¿Y por qué? Pues muy sencillo, exigiendo, y en este caso por partida doble (al ser el único reducto español que resistió el ataque de las tropas napoleónicas, y ser en sus calles donde se firmó nuestro primer texto constitucional), ser el germen del nuevo estado español.

Pero no, mejor que no.

Se demuestra que, tanto en la tierra de Don Pelayo, Jovellanos, Arguelles, Clarín, Carrillo o Victor Manuel, como en la de los hermanos Isturiz, Castelar, Moret, Falla o Paz Padilla, no abandonan a la Historia, a nuestra Historia, al albur de la interpretación histórica de los gerifaltes.


Dedicado a todos los amantes de la Historia, y a mi amigo Paco, el malagueño que busca el sosiego en las profundidades canarias.
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