jueves, 5 de junio de 2014

NADIE COMO ELLA

Las golondrinas, con sus primeros vuelos enloquecidos, coincidieron con su pronto despertar. Sin querer mover ni uno de sus músculos, y ayudado por los primeros avances de la mañana que entraban por las rendijas de la persiana, quedó ensimismado con la desnudez perfecta de porcelana que observaban sus ojos. Aunque habían tenido una noche ajetreada, recorriendo cada milímetro de su cuerpo, observándolo y gozando de él como siempre lo hacía, fue ahora, meciéndose ella en el más profundo de los sueños, cuando se dijo que sólo por vivir el momento que estaba viviendo, merecía la pena todo el riesgo corrido.
Nunca en su vida, que ya pasaba el medio siglo, sus pupilas se habían encendido tanto como en este amanecer. Si durante casi toda la noche habían sido sus labios y sus dedos los que habían recorrido en un sinfín de ocasiones cada recoveco de aquel cuerpo sacado del molde de la perfección, sin pasar por alto ni uno de sus poros, eran ahora sus ojos, con todo el tiempo del mundo, los que se embelesaban con aquellas curvas.
Su cabello enmarañado, dándole el aspecto de una diosa asalvajada, le cubría casi toda su cara, quedando tan solo al descubierto sus carnosos labios. Él sintió la necesidad de, sin apartar los indómitos cabellos, acercar sus labios a los que tan feliz lo hacían, pero pensando en que ella pudiera bajar de los brazos de Morfeo, optó porque fueran sus ojos los que continuaran con el deleite.
De su hombro izquierdo, debido a la posición fetal que tenía, aunque sin las piernas totalmente contraídas, se extendía el brazo a lo largo de su serpenteante costado, dejando al descubierto casi la totalidad de uno de los pechos. Si de siempre había estado prendado de cada parte de aquel cuerpo, sin lugar a duda eran los pechos lo que más le hacía perder el norte, y ahora, sin tener que dar ningún tipo de explicación, los tenía para llegar al máximo de los goces visuales.
Serpenteante; dije bien; costado serpenteante. Porque era un perfecto serpenteo el que, como pintado por el pincel de uno de los artistas del cinquecento italiano, conformaba la linea de su cuerpo que iba desde su costado, pasando por su cintura, cadera, y desembocar en unos perfectos glúteos. Lo dicho, ni la más bella de las musas de Leonardo, Rafaello o Miguel Angel, hubiesen superado el contorno de aquella escultura silente y dormida.
La posición que le acompañaba en su dulce y merecido sueño, hicieron que sus piernas estuviesen semicontraídas, posición ésta que hacía que resultasen interminables. Al igual que los ojos de los amantes del arte se obnubilan al recorrer las esbeltas columnas jónicas de los templos de la Grecia Clásica, los de aquel amante se deslumbraron con las inacabables extremidades inferiores de su bella durmiente. Desde los glúteos hasta los tobillos todo era perfección.

  • Buenos días, mi vida -dijo ella, acompañando sus palabras con una sensual sonrisa y extendiendo su brazo hasta que su mano alcanzó la de él-.


Él, respondiéndole también con unos buenos día, cariño, la abrazó y se dejó llevar por sus hasta ahora controlados pensamientos, recomenzando los juegos que habían dejado aparcado no hacía más de tres horas.
Powered By Blogger