miércoles, 12 de marzo de 2014

NATIONAL GEOGRAPHIC





Me llamó el pasado sábado un amigo para pasarnos por el centro de Cádiz, concretamente por los callejones y el Barrio de la Viña, con el fin de asistir al Carnaval Chiquito o de los Jartibles, como popularmente se conoce. La verdad era que no tenía ganas y ya estaba harto de kevincosnear a distancia, que es lo que he hecho en el carnaval de este año con mi hija menor de edad.
Así que decidí quedarme en casa viendo un programa de la National Geographic (todavía se queda bien, diciendo que uno ve esos tipos de programas) en el que un león herido del Serenguety era atacado por una jauría de hienas.
Después de recostarme en mi butacón, abrí, al igual que mi señora, una bolsa de "pipas G", y comencé a deleitarme con ellas. Nervioso. El joio león cojo me tenía nervioso. Las sonrientes hienas no paraban de darle por c… al rey de la selva. Vaya rey. Y cada vez había más hienas. Y los buitres pululaban, festejando lo que se le venía encima. Y el león cada vez más cojo. ¡Vaya Rey!. Y que nadie le ayudaba. Coño (perdón), decía yo, que le ayuden los cámaras y que le curen esa pata. Y nada. Las hienas dando por culo….; un bocaito por aquí, un bocaito por allá; una dentellada por aquí, una garfañón por allá.

Toma, me dijo mi mujer, el escudo del Sevilla, refiriéndose a la pegatina que le había salido en la bolsa de pipas.
Como buen bético que soy, le contesté:
- Coño (perdón), te podía haber salido otro. Ya me diste la noche. Seguro que se cargan al león, ya verás.

Inmediatamente, más nervioso aun , con el fin de salvar la noche, comencé a rebuscar en mi bolsa de "pipas G", a ver si me salía la pegatina del Betis.
No me lo podía creer lo que veían mis ojos: dentro de la bolsa de pipas había una pegatina del escudo de Infantería de Marina. Increíble.


Y como por ensalmo, al mismo tiempo que se me iluminaba la cara al ver la pegatina de los infantes, observé de soslayo como el león, tras un potente rugido, que hizo que se sobresaltase mi mujer, asió entre sus dientes a una de las hienas, la más grande, la que más por c… estaba dando, y comenzó a girar sobre sus patas traseras como si de una reolina (Carrito o mesa expositora dotada de una ruleta y que en tiempos se utilizaba como puesto ambulante de golosinas) se tratase sin soltar a la herida hiena, que ya no reía, hasta que la soltó sobre un grupo de cuatro hembras hambrientas. El impacto fue tal que tres de ellas veían como se le fracturaban sus patas delanteras y, la cuarta, quedaba inconsciente al impactar la cabeza de su compañera arrojada, contra la suya.
A mi me faltaban ojos. No sabía si mirar mi mano derecha, donde lucía esplendorosa la pegatina de la Infantería de Marina, o ver como el renacido Rey volvía al ataque y lograba que las ya no sonrientes hienas huyeran en desbandada.

Venció el león, y la noche, pese a la dichosa pegatina del equipo de fútbol que le salió a mi mujer en la bolsa de pipas, fue completa.
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